sábado, 14 de enero de 2012

Gurdjieff/De Hartmann

El encantador de serpientes G. I Gurdjieff, aquel enigmático personaje que apareció en la sociedad europea de los años 20 trayendo  (supuestamente) un cúmulo de conocimientos antiguos y perdidos desde las profundidades del Asia central, compone una seria de piezas musicales junto con el músico Thomas De Hartmann, uno de los tantos discípulos que se vio seducido por su personalidad carismática.

Gurdjieff fue siempre muy sensible a la música y la tuvo muy presente al momento de elaborar sus doctrinas cosmológicas del universo, tomando como referentes simbólicos el papel de las tonalidades, la numerología y las vibraciones del sonido. Se diferenció siempre - según él - de los ocultistas charlatanes de su época e influenció bastante en la intelectualidad artística de su tiempo, como por ejemplo en el multifacético Alejandro Jodorwsky o en el director de teatro Peter Brook.

En estas cortas piezas musicales (una recopilación) se aprecia la habilidad de ambos para generar una atmósfera especialmente greco-oriental cargado de un misterio y melancolía propio de las poblaciones de esa zona geográfica. Lo que le interesaba a Gurdjieff era transmitir la naturaleza del ambiente cultural en el que había nacido, la sensibilidad y el temperamento de su tierra natal Armenia junto con las influencias del espíritu turco, griego y sirio.


martes, 3 de enero de 2012

La Resistencia al Genio

De la obra Fragmentarium de Mircea Eliade en la que reúne diversas notas y ensayos escritos en los años treinta. Dedicados, en expresión del autor, al "lector inconformista y curioso". 

He encontrado en un viejo libro de Montherlant algunas observaciones que no han perdido su actualidad; y, sin duda, no la perderán durante mucho tiempo: "On ne demande pas á un homme d´avoir de la valeur, ou seulment d´etre un caractére; on lui demande d´etre sympatique, cela veut dire etre coulant, se preter aux combines, reussir (Aux fontaines du désir)1.

Ser simpático, he aquí otra prueba del sentimentalismo europeo y americano, de la incapacidad del hombre moderno de pensar de una forma impersonal. Se dice con énfasis que los occidentales "viven entre realidades", al tiempo que el Oriente está flotando en lo "abstracto". Sin embargo, el sentimentalismo occidental prueba lo contrario. A un hombre no se le juzga por su valor, como dice Montherlandt, por lo que es o representa. Se le juzga por su apariencia; si es simpático o no lo es. Cada vez se utiliza menos, en los juicios de valor, el criterio objetivo e impersonal.

Por otro lado, esta simpatía se conquista a través de una total integración en la mediocridad. "Car le médiocre este ce qui plait, parce que nos juges s´y retrouvent chez eux"2, apuntaba Montherlant. Lo mediocre resulta atractivo porque no te transtorna, no te cambia, no te embruja. Cualquier ser humano se resiste ante una cosa o persona inaudita, nueva, revolucionaria. No sabes qué hacer con ella, no sabes cómo reaccionar delante de una persona así. La novedad, como ya he dicho en otra ocasión, anula el conocimiento que el hombre tiene de sí mismo; o, en cualquier caso, lo confunde, lo oscurece.

"Quant a ce qui est simplement hors du commun, cela parait ridicule. Surtout en France, nation petit burgoise, et qui adore le petit. Dante, Michel-Ange, Shaskespeare, Byron, Wagner ont d´abord été jugés ridicules, ici, parce que "bizarres", cést-ádire autre chose que petits-burgoise (ibid)"3.

La feroz crítica que Montherlant hace a Francia vale para casi todos los países de Europa y América. El genio posee demasiada magia; perturba la consciencia que el hombre tiene de sí mismo, lo saca de los estrechos límites de su ser. El hombre medio, el hombre mediocre, necesita un "raro" a su medida; alguien que le divierta y perturbe de una forma agradable. La generación francesa, que se resistía a Dostoievsky y a Nietzche, aplaudía en cambio a un Catulle Mendés o a un Péladan, escritores que tenían "misterios" perfumados, "secretos" y "revelaciones" accesibles. Y también gustan mucho, especialmente a las élites, algunos escritores oscuros, espirituales, paradójicos; pero no por su talento, sino por su rareza, por los fragmentos caducos e idiotas de sus obras. A esto se debe, por ejemplo, el éxito de Jean Cocteau. Y, hoy en día, el de Dimitri Merejkovsky. Un autor como Rene Guenon, un Julius Evola, un Coomaraswamy permenecen totalmente desconocidos más allá del círculo limitado de sus lectores. El mundo busca las "revelaciones verdaderas" en los libros de Merejkovsky, tal como hace cincuenta años las buscaba en los libros de teosofía.

1. "No se le pide a un hombre ser valeroso o solamente ser un hombre de carácter; se le pide ser simpático, lo que significa ser tolerante, consentir las combinaciones, tener éxito".

2. "Lo que gusta es la mediocridad, porque nuestros jueces se reconocen en ella"

3. "En cuanto a lo que es inusual, simplemente parece ridículo. Especialmente en Francia, nación pequeñoburguesa que adula lo pequeño. Dante, Miguel Ángel, Shakespeare, Byron, al principio eran aquí calificados de ridículos porque eran raros, es decir, diferentes del pequeñoburgués".