En figura de pez, Vishnu, al final del Manvántara que precede al nuestro, se
aparece a Satyávrata, que,
con el nombre de Vaiváswata, será
el Manu o Legislador del ciclo
actual. El dios le anuncia que el mundo va a ser destruido por las aguas, y le
ordena construir el arca en la cual deberán encerrarse los gérmenes del mundo
futuro; luego, siempre en forma de pez, guía él mismo el arca sobre las aguas
durante el cataclismo; y esta representación del arca conducida por el pez
divino es tanto más notable cuanto que se encuentra su equivalente en el
simbolismo cristiano.
Hay aún, en el Matsya-avatâra, otro aspecto que debe
retener particularmente nuestra atención: después del cataclismo, o sea al
comienzo mismo del presente Manvántara, él
aporta a los hombres el Veda, que ha
de entenderse, según la significación etimológica de la palabra (derivada de la
raíz vid-, ‘saber’), como la Ciencia
por excelencia o el Conocimiento sagrado en su integridad: es ésta una de las
más netas alusiones a la Revelación primordial, o al origen “no humano” de la
Tradición.
Se dice que el Veda subsiste
perpetuamente, siendo en sí mismo anterior a todos los mundos; pero está en
cierto modo escondido o encerrado durante los cataclismos cósmicos que separan
los diferentes ciclos, y debe luego ser manifestado nuevamente. La afirmación
de la perpetuidad del Veda está, por
otra parte, en relación directa con la teoría cosmológica de la primordialidad
del sonido entre las cualidades sensibles (como cualidad propia del Éter, Ákâça, que es el primero de los
elementos);
y esta teoría no es en el fondo otra cosa sino la que otras tradiciones expresan
al hablar de la creación por el Verbo: el sonido primordial es esa Palabra
divina por la cual, según el primer capítulo del Génesis hebreo, han sido hechas todas las cosas.
Por eso se dice que los Rshi o Sabios de las primeras edades han
“oído” el Veda: la Revelación, siendo
obra del Verbo, como la creación misma, es propiamente una “audición” para
aquel que la recibe; y el término que la designa es Çruti, que significa literalmente “lo oído”.
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