martes, 20 de diciembre de 2011

¿América Latina?

WIPHALA

Algunos fragmentos del artículo "¿Existe verdaderamente la llamada América Latina así como los susodichos Latinoamericanos?" del intelectual amerindio Intisonqo Waman. Esta es la visión LEGÍTIMA de los verdaderos amerindios que han logrado resistir heroicamente estos últimos quinientos años el proceso de "desindianzación" o alienación que viene llevando a cabo la inteligenttia europea desde su llegada a tierras americanas.

Resulta curioso cómo ningún intelectual criollo, sobre todo los "izquierdistas y progresistas" que dicen estar del lado del pueblo, ha reparado sobre lo injusto y la enorme carga colonialista que lleva consigo la denominación "América Latina" para referirse a las poblaciones originarias de América del sur (Abya Yala). ¿No se han percatado acaso que los individuos que conforman este "pueblo americano" no son latinos europeos, a saber franceses, portugueses, españoles o rumanos sino más bien puramente amerindios?
       
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"El término América Latina nació como un concepto colonial francés en el siglo XIX. La idea de los colonialistas franceses era unificar a las supuestas naciones católicas y latinas del continente americano para formar un contrapeso a los nórdicos de origen anglosajón y protestante que ponían obstáculos a la influencia al Imperio francés en nuestro continente. El primero en utilizar dicho término fue Michel Chevalier (1806-1879), quien buscaba legitimar el expansionismo de Napoleon III y detener a su vez el expansionismo anglosajón sobre el continente. En el intento imperial de Maximiliano (1862-1865) de anexar México al imperio francés "surge la invención de América Latina". Con el triunfo de los mexicanos sobre los colonialistas franceses dicha denominación cae en desgracia durante mas o menos cerca de 70 años, y se utiliza -indistintamente- términos como Iberoamérica, Hispanoamérica, América Portuguesa, etc. La denominación América Latina resurge a partir de la década de los años 1950, al influjo de los intelectuales franceses «de izquierda y progresistas», quienes - como siempre - fueron apoyados por los euro-americanos."

"Esta tramposa denominación, es decir, "América Latina" o "Latinoamérica", sirve para indicar un espacio político-cultural europeo moderno en el continente americano, el cual es -ya sea supuesta o realmente- mayoritariamente descendiente de los pueblos latinos de Europa. En estricto sentido, la denominación "Latinoamérica" o "América Latina" sólo es verdad en países como: Argentina, Uruguay, Brasil é incluso en el mismo Canadá francés (Quebec), más no en el resto de países del continente americano, donde a pesar de que también se hablan mayoritariamente los idiomas español o francés, o que impera la cultura impuesta por el invasor occidental, los descendientes de los "latinos" representan una absoluta minoría. Por ejemplo en países como: Guatemala, el 81% de la población es amerindia, el 15% es indo-mestiza y el 4% son euro-americanos; en Bolivia el 72,8% de población es amerindia, el 22% es indo-mestiza y el 5,2% son euro-americanos; en Perú el 43,5% de la población es amerindia, el 39,5% es indo-mestiza, el 12% son euro-americanos y el 5% otros (negros, árabes, japoneses y chinos); en México el 30% es amerindia, el 55% es indo-mestiza y el 14,8% son euro-americanos; en el Ecuador el 38,2% es amerindia, el 45% es indo-mestiza, el 12% son euro-americanos y el 4,8% otros (negros, árabes, etc.); etc. Asimismo, en las Islas Caribes la población mayoritaria es de RAZA NEGRA, el 92% de la media del total poblacional de las islas caribeña y antillanas son afro-americanos, así hablen inglés, francés o español (Jamaica, Bahamas, Haití, Grenada, República Dominicana, etc.). Hacemos notar que el hecho de hablar lenguas europeas o de tener una predominancia cultural de origen occidental moderno no hace de los afro-ameicanos ni "anglosajones" ni mucho menos "latinos". Duela a quien le duela, la verdad es que la población caribeña es mayoritariamente AFRO-AMERICANA y, están constituidos por grupos étnicos de la raza negra procedentes del Africa." 

"Por otra parte, en forma irresponsable y por lo demás sospechosa, se pretende hacer creer que existe un supuesto "indígena latinoamericano" (sic), lo cual es absolutamente falso. Veamos algunas razones de ello:

a) Como hemos indicado arriba la palabra "Latinoamérica" o "América Latina", designa más a un determinado espacio de carácter político-cultural moderno que a la aplastante realidad geográfica, étnica y metahistórica que existe en el continente americano. Asi mismo, reiteramos que tras la "inocente" palabra "Latinoamérica" o "América Latina", se designa también ha un amorfo poblacional no autóctono de carácter heteróclito y de origen europeo, el mismo que ocupa en forma prepotente y agresiva nuestros territorios desde fines del siglo XV (a partir del desgraciado arribo de Colon en 1492) y que se prolonga abusivamente hasta la actualidad; territorios y recursos que pertenecen a los pueblos-nación autóctonos del continente americano (Abya Yala). Por el momento, podríamos concluir afirmando que, "Latinoamérica" o "América Latina" no es para nada una realidad territorial, sea de carácter subcontinental o regional, sino mas bien ella es la expresión hegemónica de una minoría de origen europeo (los latinos), quienes gobiernan nuestros países, y son propietarios de la riquezas nacionales.

b) Por otro lado, la misma palabra "indígena" en éste contexto es incorrectamente empleada, ya que la palabra indígena significa - según el Diccionario de la Real Academia Española - "originario del país del que se trata" y, ya que "Latinoamérica" o "América Latina" no es una realidad territorial continental o subcontinental, sino -fundamentalmente- una acepción política y cultural exógena, entonces ella no puede pues tener "indígenas". Ahora que llega la tendencia modernista de lo "políticamente correcto" y con ella la del "lenguaje políticamente correcto", que no es ni más ni menos que un lenguaje lleno de eufemismos con el que se pretende cambiar la forma de pensar de los hablantes. Y los seguidores de esa absurda moda occidental han pensado que sería bueno dejar de usar la palabra "indio" al hablar del autóctono de América, pues la encuentran peyorativa y despectiva, y proponen usar en su lugar otras palabras que no contengan - según ellos - "cargas negativas", entre éstas propuestas de palabras tenemos: indígena y campesino. Con respecto a la palabra indígena, los promotores de la globalización y de lo "políticamente correcto" no se han parado a pensar o a mirar en el diccionario qué significaba la palabra indígena y han comenzado a usarla como sinónimo de indio, cuando su verdadero significado en español es "originario del país del que se trata", es decir: si estoy hablando de España, puedo afirmar que el actor Antonio Banderas y el escritor Camilo José Cela son indígenas de este país, del mismo modo que Boris Yelsin es un indígena de Rusia o Karol Wotyla (a) Papa Juan Pablo II es indígena de Polonia. Y nosotros los indios o amerindios, como mejor nos preferimos llamarnos, también somos indígenas de nuestro país de origen; pero no sólo nosotros, sino todas las personas nacidas en los estados-nación modernos y registrados civilmente como tales, en la que se incluyen los mismos euro-americanos.

En realidad hay mucho mas de que hablar sobre este espinoso asunto, y por el momento lo dejamos así. Bueno, antes de concluir afirmamos lo siguiente:

Que, estamos muy orgullosos de lo que somos, es decir amerindios e indo-mestizos.

Que, nuestra Madre Patria es el continente americano (Abya Yala).

Que, nosotros hemos conformado pueblos-nación miles de años antes de los actuales Estados-nación modernos, "creados o fundados" por los euro-americanos desde hace tan solo unos 200 años.

Que, formamos parte de la Raza roja o cobriza y, que no hemos llegado - como pretenden hacer creer la ciencia occidental moderna - a través del estrecho de Bering procedentes del Asia, hace no más de 11,500 años.

Que, no somos ni inferiores ni superiores a ninguna raza humana; y todos somos parte del Gran Misterio.

Que, tenemos un hogar común para todos, nuestra Madre Tierra, a la cual hay que cuidarla y protegerla de la ambición y rapiña del occidental moderno  y de sus incondicionales y obsecuentes secuaces que también existen entre nosotros (portadores del mismo espíritu maligno que animó traiciones y deslealtadas, representado por Malinche, Pocahontas y Felipillo)."

Intisonqo Waman (Año 5506 de la Era Andina, Agosto de 1998 de la era vulgar)

jueves, 8 de diciembre de 2011

Arthur Rimbaud, Una Temporada en el Infierno

"Heme aquí sobre la playa armoricana. Que las ciudades se iluminen en la noche. Mi jornada está hecha; dejo Europa. El aire marino quemará mis pulmones; los climas perdidos me curtirán. Nadar, triturar la hierba, cazar, fumar sobre todo; beber licores fuertes como el metal hirviente, - cómo hacían esos queridos antepasados alrededor de las hogueras.
Volveré con miembros de hierro, la piel sombría, el ojo furioso: por mi máscara, se me juzgará de una raza fuerte. Tendré oro; seré vago y brutal. Las mujeres cuidan a estos inválidos cuando vuelven de los países cálidos. Me mezclaré en los asuntos políticos. Salvado.
Ahora estoy maldito, la patria me horroriza. Lo mejor es dormir bien borracho sobre la arena."

"¿Conozco aún la naturaleza? ¿Me conozco a mí mismo? - No más palabras. Entierro a los muertos en mi vientre. !Gritos, tambores, danza, danza, danza, danza! No veo aún el momento en que, al desembarcar los blancos, caeré en la nada.
!Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza,danza!"

"Voy a desvelar todos los misterios: misterios religiosos o naturales, muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Soy maestro en fantasmagorías.
!Escuchad...!
!Poseo todos los talentos! - Aquí no hay nadie y hay alguien: no quisiera divulgar mi tesoro. - ¿Quieren cantos negros, danzas hurís? ¿Quieren? Fabricaré oros, remedios."

Rimbaud en Abisinia (Harar) 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Síntoma, Diagnosis y Régimen


Cuando el saber erudito, el saber metafísico y una aguda sensibilidad se concentran en una misma persona aparecen obras magistrales como la del anglo-hindú Ananda Coomaraswamy. 

Resulta reconfortante encontrarse con estudios eruditos que no estén afectados por la miopía intelectual imperante, a saber, los típicos prejuicios reduccionistas y provincianos del pensamiento europeo moderno. 

En este artículo Coomaraswamy hace un breve recuento de las patologías que distorsionan nuestro punto de vista moderno para luego indicarnos, siempre desde la perspectiva del arte, cuáles son los remedios intelectuales para poder curarnos. 


SÍNTOMA, DIAGNOSIS Y RÉGIMEN
Las características prominentes de nuestro mundo en un estado de caos son el desorden, la incertidumbre, la sentimentalidad, y la desesperación. Nuestra confortable fe en el progreso se ha desmoronado, y ya no estamos tan completamente seguros de que el hombre pueda vivir sólo de pan. Es un mundo de «realidad empobrecida», un mundo en el que nosotros seguimos viviendo como si la vida fuera un fin en sí misma y no tuviera ningún significado. Como artistas y estudiosos del arte, y como conservadores de museos, nosotros somos una parte de este mundo y en parte responsables de él. Nuestro punto de vista es uno de sus síntomas - una palabra siniestra, pues el síntoma implica la enfermedad. Sin embargo, los síntomas proporcionan una base para la diagnosis, nuestro único recurso cuando se ha descuidado la prognosis. Describamos los síntomas, preguntemos de qué condición mórbida son ellos un indicio, y prescribamos un remedio.

Las anormalidades sintomáticas según nuestro punto de vista colegiado incluyen la asumición de que el arte es un comportamiento esencialmente estético, es decir, sensacional y emocional, una pasión que se sufre más bien que un acto que se cumple; nuestro interés dominante en el estilo, y nuestra indiferencia hacia la verdad y hacia el significado de las obras de arte; la importancia que damos a la personalidad del artista; la noción de que el artista es un tipo especial de hombre, contraria a la de que todo hombre es un tipo especial de artista; la distinción que hacemos entre arte fino y arte aplicado, y la idea de que la naturaleza a la que el arte debe ser fiel no es la Naturaleza Creativa, sino nuestro propio entorno inmediato, y más especialmente, nosotros mismos.

Dentro y fuera de las salas de clase, nosotros usamos mal las palabras, tales como «forma», «ornamento», «inspiración», e incluso «arte». Nuestras preocupaciones naturalistas y nuestro prejuicio histórico nos hacen imposible penetrar las artes del pueblo y del hombre primitivo, cuyos diseños admiramos pero cuyos significados ignoramos debido a que los términos abstractos del mito son enigmáticos para nuestro acercamiento empírico. Nuestros artistas están «emancipados» de cualquier obligación hacia las verdades eternas, y han abandonado a los mercaderes la satisfacción de las necesidades presentes. Nuestro arte abstracto no es una iconografía de las formas trascendentales, sino la pintura realista de una mentalidad desintegrada. Nuestro jactancioso nivel de vida es cualitativamente indigno de consideración, por muy imponente que sea cuantitativamente. Y lo que es, quizás, el síntoma más significativo y la evidencia de nuestra enfermedad es el hecho de que hemos destruido los fundamentos vocacionales y artísticos de todas las culturas tradicionales que nuestro contacto ha infectado.

Llamamos anormales a estos síntomas porque, cuando se ven en su perspectiva histórica y mundial, las asumiciones de las que son una consecuencia son efectivamente peculiares, y opuestas casi en cada detalle a las de las demás culturas, y particularmente a las de las culturas cuyas obras más admiramos. Que nosotros admiremos la construcción románica - una «arquitectura sin desagüe» - al mismo tiempo que despreciamos el espíritu de la «Edad Obscura» es completamente anómalo; nosotros no vemos que puede ser la deficiencia de nuestra mentalidad el que nuestra construcción sea un «desagüe sin arquitectura».

Todos estos síntomas apuntan a una enfermedad profundamente arraigada: en primer lugar, la diagnosis debe ser la de ignorancia. Por ignorancia, por supuesto, nosotros no entendemos una ignorancia de los hechos, de los que nuestras mentes están atestadas, sino una ignorancia de los principios a los que todas las operaciones pueden reducirse, y deben reducirse si han de ser comprendidas. La nuestra es una cultura nominalista; para nosotros, nada que nosotros no podamos agarrar con nuestras manos, u «observar» de cualquier otro modo, es «real». Nosotros entrenamos al artista, no para pensar, sino para observar; el nuestro es «un rencor despectivo de la inmortalidad». 

En el séquito de esta ignorancia fundamental sigue el egotismo (cogito ergo sum, ahamkara, oiesis), la codicia, la irresponsabilidad, y la noción de que el trabajo es un mal y la cultura un fruto de la ociosidad, mal llamada «pasatiempo». Los griegos distinguían muy acertadamente entre el «pasatiempo» (schole) y una «cesación» (pausis); pero nosotros, que confundimos estos dos, y que encontramos la noción de un «trabajo de pasatiempo», es decir, un trabajo que requiere nuestra atención indivisa (Platón, República 370B), muy extraña, estamos no obstante acertados al llamar a nuestras fiestas «vacaciones», es decir, tiempos de vacuidad.

La nuestra es, además, una enfermedad de esquizofrenia. Nosotros somos capaces de formular sobre una obra de arte dos preguntas separadas, «¿Para qué es?» y «¿Qué significa?». Es decir, de separar la figura de la forma, el símbolo de la referencia, y la agricultura de la cultura. El hombre primitivo, cuyo trabajo manual muestra un «equilibrio polar de lo físico y lo metafísico», no hubiera podido formular estas preguntas por separado. Aún hoy día el indio americano no puede comprender por qué nos interesan sus cantos y su ritual, si nosotros no podemos usar su contenido espiritual. Platón consideraba indigno de los hombres libres, y la habría excluido de su estado ideal, la práctica de cualquier arte que sirviera sólo a las necesidades del cuerpo. Y hasta que nosotros no pidamos al artista y al manufacturero, que son naturalmente uno y el mismo hombre, productos diseñados para servir a las necesidades del cuerpo y del alma a uno y el mismo tiempo, el artista permanecerá un playboy, el manufacturero un proveedor, y el trabajador un snob que no anhela nada mejor que una porción más grande de las migajas que caen de la mesa del rico.

Pasamos ahora al régimen. Administrar una medicina puede requerir coraje cuando la tarea del médico depende de la buena voluntad del paciente. Cuestionar la validez de la distinción entre arte fino y arte aplicado, o entre el artista y el artesano, es cuestionar la validez de «ese monstruo de desarrollo moderno, el estado financiero-comercial», del que dependen ahora para su subsistencia tanto el artista como el maestro. No obstante, al dirigirse a un cuerpo de educadores y de conservadores, se debe insistir en su responsabilidad con respecto a la enseñanza de la verdad sobre la naturaleza del arte y la función social del artista.

Esto implicará, entre otras cosas, la repudiación de la opinión de que el arte es en algún sentido especial una experiencia estética. Las reacciones estéticas no son nada más que la «irritabilidad» del biólogo, que nosotros compartimos con la ameba. Pues mientras nosotros hagamos del arte una experiencia meramente estética o podamos hablar seriamente de una «contemplación estética desinteresada», será absurdo pensar en el arte como algo que pertenece a las «cosas más elevadas de la vida». La función del artista no es simplemente agradar, sino presentar un «algo que debe conocerse» de tal manera que deleite cuando se vea o se escuche, y expresarlo de tal modo que sea convincente. Debemos dejar claro que no es el artista, sino el hombre, el que tiene a la vez el derecho y el deber de elegir el tema; que el artista no tiene licencia para decir algo que en sí mismo no merece ser dicho, por muy elocuentemente que lo diga; y que sólo por su sabiduría como hombre puede el artista saber lo que merece ser dicho o hecho. El arte es un tipo de conocimiento con el que nosotros sabemos cómo hacer nuestro trabajo  (Summa Theologica I.2.57.3), pero no nos dice lo que nosotros necesitamos, y por consiguiente lo que debemos hacer. Así pues, debe haber una censura de la manufactura; y si nosotros repudiamos una censura ejercida por «guardianes», es incumbencia nuestra enseñar a nuestros pupilos, ya sean manufactureros o clientes, que es responsabilidad suya ejercer una censura colectiva, no sólo de las calidades, sino así mismo de los tipos de manufactura.

Nuestra obligación requiere al mismo tiempo un cambio de método radical en nuestra interpretación del lenguaje del arte. Nadie negará que el arte es un medio de comunicación mediante signos o símbolos. Nuestros métodos de análisis vigentes son interpretaciones de estos signos en su sentido invertido, es decir, como expresiones psicológicas, como si el artista no tuviera nada mejor que hacer que una exposición de sí mismo a su vecino o de su vecino a sí mismo. Pero las «personalidades» son interesantes sólo para sus poseedores, o, como mucho, para un estrecho círculo de amigos; y no es la voz del artista sino la voz del monumento, la demostración de un quod erat demonstrandum, lo que nosotros queremos escuchar.

El historiador del arte no es un hombre tan completo como el antropólogo. El primero es muy a menudo indiferente a los temas, mientras que el segundo está buscando algo que no está en la obra de arte como si estuviera en un lugar, ni en el artista como si fuera una propiedad privada, sino hacia lo cual una obra de arte es un indicador. Para él, los signos, que constituyen el lenguaje de un arte significante, están llenos de significados; en primer lugar, preceptivos, que nos mueven a hacer esto o aquello, y en segundo lugar, especulativos, es decir, referentes de la actividad hacia su principio. Esperar menos que esto del artista es construirle una torre de marfil. Un habitáculo tal puede convenirle por el momento; pero en tiempos de fuerza mayor nosotros ya no podemos proporcionar tales lujos; y si permanece en su torre, holgándose en su irresponsabilidad, e incluso si muriera de indigencia, puede ser que nadie lo lamente ni le honre. Pues si el artista no puede interesarse en algo más grande que él mismo o su arte, si el patrón no le pide productos hechos bien y verdaderamente para el buen uso de la totalidad del hombre, hay poca perspectiva de que el arte afecte alguna vez de nuevo a las vidas de algo más que esa fracción infinitesimal de la población que se preocupa del tipo de arte que tenemos, y que sin ninguna duda, merecemos. No puede haber ninguna restauración del arte a su posición verdadera, como el principio del orden que gobierna la producción de utilidades, si no hay un cambio de mente, tanto por parte del artista como por parte del cliente, suficiente para llevar a cabo una reorganización de la sociedad sobre la base de la vocación, esa forma en la que, como decía Platón, «se hará más, y se hará mejor, y más fácilmente que de cualquier otra manera».

jueves, 1 de diciembre de 2011

Tabernáculo tenebroso

El cuerpo físico no es sino el reflejo oscuro e inverso del espíritu, el tabernáculo tenebroso como lo llamó Ibn Arabi…


Abu Bakr Muhammad ibn Arabi


!Has de saber!: cuando el Espíritu se reviste de una forma natural a través de los soportes del mundo de las imágenes, y no en los cuerpos del reino sensible percibidos habitualmente , las formas de este mundo de las imágenes proceden también de un mundo de percepción normal. Sin embargo, no es dado a cualquiera discernir la diferencia entre estas formas de origen sutil y las del mundo sensible.

Por esta última razón, los Compañeros del Profeta no reconocieron al ángel Gabriel cuando se presentó ante ellos bajo la forma de un árabe y no tuvieron conciencia de que se trataba de una entidad corporal relevante del mundo de las imágenes, hasta el momento en el que el Profeta - que la paz y las bendiciones sean con él - se lo hizo saber explicando: "!Éste es Gabriel!" !Y ya no dudaron entonces de que Gabriel era árabe!

El mismo caso se aplicó a María cuando el ángel se presentó ante ella bajo la apariencia de un ser humano completo, porque ella no tenía conocimiento de la señal distintiva (´alama) que hace reconocer a los espíritus cuando asumen el aspecto corporal.

Ahora bien, el Profeta poseía este conocimiento que le permitió discernir que se trataba claramente de un ángel y que ese ángel era Gabriel.

Es así como el Ser verdadero se manifestará a Sus siervos el Día de la Resurrección, hasta el extremo que éstos buscarán refugio de Él por falta de conocimiento a Él.

Cualquiera que goce del favor divino debe conocer el signo particular que diferencia la Manifestación de Dios de la del ángel, la del ser del mundo sutil, el genio [yin] y, por fin, la del ser humano, cuando se les ha dado la facultad de manifestarse bajo formas como Qadib al-Ban y también otras.

Si el ser humano que está hecho de tierra posee la capacidad de metamorfosearse (tahawwul) bajo el ojo del observador, manteniendo al mismo tiempo su forma original, las metamorfosis habrán de ser mucho más fáciles para los espíritus de fuego y de luz.

!Discrimina, pues, lo que ves y por quién ves y lo que es la realidad de lo que se presenta ante ti!