Artículo del escritor Joaquin Albaicin en el que nos muestra el verdadero significado del Corazón, aquel que lo convierte en la sede del Intelecto y no de las afecciones sentimentales. Esta última forma de entender el Corazón es también legítima, siempre y cuando no degenere en sentimentalismo grosero...
El Corazón representa, primero, al ser y, segundo, su sentimiento afectivo. Este sentimiento del ser es noble por naturaleza, pero cuando se olvida el ser la alta devoción degenera en un pietismo repulsivo cargado de sentimentalismo pasional.
El sentimiento que dependía del ser para su nobleza se rebela y se convierte en sentimentalismo, un sentimiento que ya no es puro ni noble sino más bien grosero.
SOBRE EL CORAZÓN
¿Qué es la sagrada piedra negra venerada en la Kaaba sino un símbolo del corazón del hombre? Cuenta la tradición oral del desierto que en un principio la roca era blanca, y que fueron los pecados de los millones de hombres que hasta La Meca han peregrinado para besarla los que la volvieron negra, de igual modo en que negro se asevera metafóricamente desde antiguo que es el corazón del impío. De ahí el hadith que nos relata cómo el ángel Gabriel, para dejar limpio a Mahoma de la mancha del pecado original, abrió el pecho del Profeta y frotó su corazón con nieve.
Gabriel practicó el divino arte conocido como cirugía del alma. ¿Tan importante es el corazón que nos es esencial para vivir no sólo en este mundo, sino también en todos los demás? ¿Es un corazón limpio la más alta pureza? ¿Es lícito pasar por alto todas las figuras ideológicas del Sistema y hablar, como Julius Evola lo hace, de "una antropología que no se detiene, como la de los tiempos más recientes, en el simple binomio alma-cuerpo, sino que conoce las modalidades sutiles e incluso trascendentes de la conciencia humana"?
La verdadera pregunta, más directamente formulada, es: ¿se pueden fundir los hielos que rodean al Paraíso, impidiendo al hombre la entrada en él? ¿Se puede descongelar un espíritu, lo mismo que un plato de macarrones? Y, una vez descongelado, ¿puede -al revés que la pasta- volver a ser helado sin malograrse? Sí. Se puede. La comida no, ya que es corruptible. Pero el Espíritu -el atman de los hindúes-, como se distingue por la incorruptibilidad propia de su divina naturaleza, siempre está y siempre estará, en su estado original, ahí. Naturalmente que, dadas las particulares condiciones que a este fin de ciclo son propias, si por desdicha hay algo fácil es su congelación cuasipermanente. De ahí que, aquel que haya sido bendecido por la fortuna de poder sorber el rocío del Grial, y después haya sido privado del sagrado don, tenga mucho más difícil volver a gozar de ese tesoro. Es muy sencillo lanzarse en bicicleta cuesta abajo desde la cima de una montaña. Volver a subir después, ya es otro cantar (por siguiriyas como mínimo, si se me permite barrer para casa). Pero arduo no es sinónimo de imposible.
Así pues, hay en el hombre algo que "no está sometido a las condiciones que determinan la individualidad, y aun en sus relaciones con esta, permanece inafectado por las modificaciones individuales" (René Guénon), una segura potencialidad de transfiguración de la que no es plenamente consciente pero que nunca le abandona. Es "el ser perfecto que te habita" de Krishna, el "otro Cristo" que, como Juan Pablo II resalta, se decía en tiempos de la Patrística que es el cristiano: el "hombre interior oculto en el corazón". La residencia de ese "algo", de ese hombre interior, es, por tanto, el corazón, puerta por la que según las Upanisads el espíritu vital -llegado el momento de la muerte del individuo físico- abandona el cuerpo. Todos los avataras del Verbo y todos los grandes profetas, e incluso el más humilde de los chamanes, lo han enseñado así: desde Sankara, Guru Nanak o Kabir en la planicie del Ganges a Jesús en las orillas del Jordán; desde Mahoma en los desiertos de Arabia al Toro Sentado orante en las Colinas Negras.
"El rey de todos los seres, oh Arjuna, mora en el sitio en que está el corazón", se canta en el Bhagavadgita. Para Ibn Arabi, el corazón del hombre es el lugar "donde se ve a Dios, donde Él se manifiesta, donde se desarrolla íntima conversación con él". Otro hadith, asimismo comentado por el mencionado Sheykh Al Akhbar, dice: "En el cuerpo hay un trozo de carne. Si está sano, todo el cuerpo está sano. Pero si está corrompido, todo el cuerpo está corrompido: es el corazón". "¡Oh Padre!, tú estás en mi corazón y nadie puede conocerte, sino yo, tu hijo", meditaba Akhnatón. Según el Popol Vuh de los mayas, el nombre de Dios es Corazón del Cielo. Para los talmudistas, orar no es sino practicar el culto del corazón. "Yo duermo, pero mi corazón vela", dicen los hesicastas del monte Athos...
El Corazón: no ese músculo tenso, carnoso, doliente, mil veces sangrante, traspasado por los hierros del amor, de la angustia sostenida y la traición, que se pudre en la tumba, sino ese recipiente de luz por él simbolizado, esa copa llena de firmamento, ese ojo flamígero, esa ventana al Infinito que, abierta en el centro del Ser y del Universo, bien podemos llamar Dios... Ese templo y morada al que un prominente hombre-medicina sioux, Alce Negro, refirióse de este modo: "El corazón es un santuario en cuyo centro se encuentra el pequeño espacio donde habita el Gran Espíritu ... Cuando el corazón no es puro, el Gran Espíritu no puede ser visto, y si morís en esa ignorancia no podrá vuestra alma retornar inmediatamente junto a Él, sino que deberá purificarse mediante peregrinaciones a través del mundo. Para conocer el Centro del Corazón, donde reside el Gran Espíritu, debéis ser puros y buenos, y vivir conforme a la manera que el Gran Espíritu nos ha enseñado. El hombre que de ese modo es puro contiene el Universo en la cavidad de su corazón".
Rueda de Ruedas, el Corazón es silencio ritmado, martinete alado, sangre divina de Cristo, aurora que amansa y lima los gualdos dientes del alma. Ojo Que Todo Lo Ve, el Corazón es La Puerta.
Gabriel practicó el divino arte conocido como cirugía del alma. ¿Tan importante es el corazón que nos es esencial para vivir no sólo en este mundo, sino también en todos los demás? ¿Es un corazón limpio la más alta pureza? ¿Es lícito pasar por alto todas las figuras ideológicas del Sistema y hablar, como Julius Evola lo hace, de "una antropología que no se detiene, como la de los tiempos más recientes, en el simple binomio alma-cuerpo, sino que conoce las modalidades sutiles e incluso trascendentes de la conciencia humana"?
La verdadera pregunta, más directamente formulada, es: ¿se pueden fundir los hielos que rodean al Paraíso, impidiendo al hombre la entrada en él? ¿Se puede descongelar un espíritu, lo mismo que un plato de macarrones? Y, una vez descongelado, ¿puede -al revés que la pasta- volver a ser helado sin malograrse? Sí. Se puede. La comida no, ya que es corruptible. Pero el Espíritu -el atman de los hindúes-, como se distingue por la incorruptibilidad propia de su divina naturaleza, siempre está y siempre estará, en su estado original, ahí. Naturalmente que, dadas las particulares condiciones que a este fin de ciclo son propias, si por desdicha hay algo fácil es su congelación cuasipermanente. De ahí que, aquel que haya sido bendecido por la fortuna de poder sorber el rocío del Grial, y después haya sido privado del sagrado don, tenga mucho más difícil volver a gozar de ese tesoro. Es muy sencillo lanzarse en bicicleta cuesta abajo desde la cima de una montaña. Volver a subir después, ya es otro cantar (por siguiriyas como mínimo, si se me permite barrer para casa). Pero arduo no es sinónimo de imposible.
Así pues, hay en el hombre algo que "no está sometido a las condiciones que determinan la individualidad, y aun en sus relaciones con esta, permanece inafectado por las modificaciones individuales" (René Guénon), una segura potencialidad de transfiguración de la que no es plenamente consciente pero que nunca le abandona. Es "el ser perfecto que te habita" de Krishna, el "otro Cristo" que, como Juan Pablo II resalta, se decía en tiempos de la Patrística que es el cristiano: el "hombre interior oculto en el corazón". La residencia de ese "algo", de ese hombre interior, es, por tanto, el corazón, puerta por la que según las Upanisads el espíritu vital -llegado el momento de la muerte del individuo físico- abandona el cuerpo. Todos los avataras del Verbo y todos los grandes profetas, e incluso el más humilde de los chamanes, lo han enseñado así: desde Sankara, Guru Nanak o Kabir en la planicie del Ganges a Jesús en las orillas del Jordán; desde Mahoma en los desiertos de Arabia al Toro Sentado orante en las Colinas Negras.
"El rey de todos los seres, oh Arjuna, mora en el sitio en que está el corazón", se canta en el Bhagavadgita. Para Ibn Arabi, el corazón del hombre es el lugar "donde se ve a Dios, donde Él se manifiesta, donde se desarrolla íntima conversación con él". Otro hadith, asimismo comentado por el mencionado Sheykh Al Akhbar, dice: "En el cuerpo hay un trozo de carne. Si está sano, todo el cuerpo está sano. Pero si está corrompido, todo el cuerpo está corrompido: es el corazón". "¡Oh Padre!, tú estás en mi corazón y nadie puede conocerte, sino yo, tu hijo", meditaba Akhnatón. Según el Popol Vuh de los mayas, el nombre de Dios es Corazón del Cielo. Para los talmudistas, orar no es sino practicar el culto del corazón. "Yo duermo, pero mi corazón vela", dicen los hesicastas del monte Athos...
El Corazón: no ese músculo tenso, carnoso, doliente, mil veces sangrante, traspasado por los hierros del amor, de la angustia sostenida y la traición, que se pudre en la tumba, sino ese recipiente de luz por él simbolizado, esa copa llena de firmamento, ese ojo flamígero, esa ventana al Infinito que, abierta en el centro del Ser y del Universo, bien podemos llamar Dios... Ese templo y morada al que un prominente hombre-medicina sioux, Alce Negro, refirióse de este modo: "El corazón es un santuario en cuyo centro se encuentra el pequeño espacio donde habita el Gran Espíritu ... Cuando el corazón no es puro, el Gran Espíritu no puede ser visto, y si morís en esa ignorancia no podrá vuestra alma retornar inmediatamente junto a Él, sino que deberá purificarse mediante peregrinaciones a través del mundo. Para conocer el Centro del Corazón, donde reside el Gran Espíritu, debéis ser puros y buenos, y vivir conforme a la manera que el Gran Espíritu nos ha enseñado. El hombre que de ese modo es puro contiene el Universo en la cavidad de su corazón".
Rueda de Ruedas, el Corazón es silencio ritmado, martinete alado, sangre divina de Cristo, aurora que amansa y lima los gualdos dientes del alma. Ojo Que Todo Lo Ve, el Corazón es La Puerta.
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