lunes, 21 de noviembre de 2011

Rimbaud, Sol y Carne


                              I
El sol, hogar de vida radiante de ternura,
vierte su ardiente amor sobre el mundo extasiado; 
y cuando nos tumbamos en el valle, sentimos 
que la tierra es doncella rebosante de sangre; 
que su inmenso regazo, henchido por un alma,
es de amor, como Dios, de carne, como una hembra 
y que encierra, preñada de savias y de luces, 
el hervidero inmenso de todos los embriones.


Todo crece, pujante.
                                   ¡Oh Venus, oh diosa!
Añoro aquellos días, cuando el mundo era joven,
con sátiros lascivos, con silváticos faunos, 
con dioses que mordían, en amor, la enramada, 
besando entre ninfeas a la Ninfa dorada. 
Añoro aquellos días, cuando la savia cósmica, 
el agua de los ríos y la sangre rosada 
de los árboles verdes, en las venas de Pan 
encerraba tremante un mundo, y que la tierra, 
bajo su pie de cabra, lozana palpitaba;
cuando, al besar, suave, su labio la siringa, 
tocaba bajo el cielo el gran himno de amor; 
cuando en medio del campo, oía, en tomo a él, 
la respuesta, a su voz, de la Naturaleza;
cuando el árbol callado que acuna el son del ave, 
y la tierra que acuna al hombre, y el Océano 
azul, inmensamente, y todo lo creado, 
animales y plantas, amaba, amaba en Dios.

Añoro aquellos días de Cibeles, la grande,
que recorría, cuentan, enormemente bella,
en su carro de bronce, ciudades deslumbrantes: 
sus senos derramaban, gemelos, por doquier 
el arroyo purísimo de la vida infinita;
y el hombre succionaba, dichoso, la ubre santa, 
como un niño pequeño que juega en su regazo. 
-Y el Hombre, por ser fuerte, era casto y afable.

Por desgracia, ahora dice: ya sé todas las cosas;
y va, avanzando a ciegas, sin oír, sin mirar.
-¡Así pues, ya no hay dioses! ¡Ya sólo el Hombre es Rey, 
sólo él Dios! ¡Pero Amor es la única Fe ...! 
¡Si el hombre aún bebiera de tus ubres, Cibeles,
gran madre de los dioses y de todos los hombres, 
si no hubiera olvidado la inmortal Astarté, 
que antaño, al emerger en el fulgor inmenso 
del mar, cáliz de carne que la ola perfuma, 
mostró su ombligo rosa, donde la espuma nieva,
e hizo cantar, Diosa de ojos negros triunfales, 
el roncal en el bosque y en el pecho el amor!

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