sábado, 18 de agosto de 2012

La descomposición de la moneda o el Reino de Mammón


Cuelgo la última parte de un artículo muy interesante "La descomposición de la moneda o el Reino de Mammón" escrito por Francisco de la Torre y publicado en la revista tradicional "Letra y Espíritu". 

Un análisis profundo sobre el objeto final del capitalismo: la financiarización de la economía. Esto significa "la reversión ontológica completa del concepto de economía, al dar la primacía al aspecto especulativo financiero en detrimento de la economía real y, además, por la traslación de las decisiones políticas y económicas de los pueblos a la élite financiera mundial". Es la Alta finanza y su red de influencia supranacional la que como un poderoso instrumento social oculto controla el destino de la humanidad entera consolidando así el reino del anticristo. Todo esto llevado a cabo en paralelo con el papel ambiguo que juegan las redes sociales y el ciberespacio, las que según un reconocido tradicionalista son el "lugar" propicio para la interacción de los jinns (duendes-demonios) con los humanos. Son los signos de los tiempos que nos anuncian el pronto final de una era, ciclo o civilización.. moderna!  

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Preámbulo a la instalación del reino del anticristo

    Una de las principales consecuencias del dominio de la Finanza es la aceleración y profundización de las lógicas mercantiles mediante la búsqueda permanente del beneficio inmediato, que se canalizan fácilmente por la capacidad para realizar las transacciones monetarias en tiempo real gracias a un macrosistema tecnofinanciero, que se caracteriza por ser una red mundial computerizada, un espacio abstracto, virtual, sin control y desconectado de las habituales relaciones internacionales.

    Y es a través de esta especie de agujero negro tecnotrónico, que engulle todas la riquezas de las naciones, por el que la Finanza ha logrado conquistar la preeminencia en el mundo y hacer manifiesta la carga disolvente que lleva en sí. Para conseguir esa desorbitada concentración de poder, intensificó el proceso de desterritorialización de los mercados y cooperó, conjuntamente con otros procesos, para la disgregación de los estados-nación y los lazos comunitarios existentes en su interior.

    Tanta es la energía disolvente concentrada por la Finanza, que los principales teóricos del ciberespacio o de la cibereconomía han llegado al punto extremo de plantear que en el futuro, todo lo creado por el ser humano debe converger en estos espacios virtuales; es decir, vemos concomitantemente con el auge de los flujos financieros, el surgimiento de fantasías tenebrosas sobre una anunciada desaparición del típico capitalismo industrial y el nacimiento de una era post-industrial basada en la informática, en la desmaterialización de la producción y de la riqueza. Lo fundamental es percibir que detrás de todos los esquemas actuales conducidos por el Establishment, predomina siempre un ánimo oscuro, sin rostro, disolvente y, nos atreveríamos a decir, preternatural, similar a ese humo de Satanás de montiniana memoria, muy acorde con las influencias que canalizan los representantes de ese nomadismo desviado referidos anteriormente.

     ¿No tendrían razón los teólogos medievales cuando decían que la usura es el peor de los pecados, ya que es el único que no duerme, que nunca descansa y aumenta sin cesar? Sin tener detrás un acto creativo, un esfuerzo compensador, la usura produce dinero indefinidamente y llega hasta a apropiarse del tiempo, que es un don de Dios: “El dinero sintetiza los tiempos particulares en el tiempo social abstracto, estableciéndose como el único denominador universalmente aceptado. Si antes la síntesis social se generó a través de la ética, los rituales sagrados y el poder, ahora el dinero a escala mundial funciona como único sintetizador sistémico. Mientras el tiempo tradicional se construyó alrededor de ritmos orgánicos, el tiempo moderno se organiza mediante la segmentación matemática y el interés monetario, pues es la tasa de interés la que vincula el pasado con el presente y el futuro, y en el movimiento del capital financiero internacional culmina la síntesis social. El trabajo individual (o nacional) que no se subordine a esa lógica, está condenado a desaparecer. En un mundo desencantado, la tasa de interés tiende a ser el único hilo real, que vincula el pasado de la sociedad con su futuro.”

    Esta apropiación de la concepción del tiempo por parte de la tasa de interés, es debida a que el dinero, a fin de cuentas, es una promesa de pago, y por ende, ligado al tiempo, y más que todo al futuro, que es el que le hace crecer por medio del interés. Esta confianza en el dinero se traduce en confianza en el futuro, de ahí la importancia de la racionalización de lo existente, que es el proceso mental por el cual se capta como lo único real lo que es cuantificable, es decir, que lo que no se puede medir ya no cuenta, es algo abstracto o una simple realidad parcial; de esta manera, se ha logrado reducir la circulación de todas las cosas al movimiento indefinido del dinero.

    Esta separación de toda la realidad que nos rodea, como por ejemplo el entorno cultural o las relaciones sociales, que según el punto de vista económico vigente son simples abstracciones, sólo tomaría sustancia si se las puede vincular con el dinero. Éste se ha convertido en el rey de la creación, el que decide lo que debe o no debe existir, y llega al punto de acaparar hasta la concepción del tiempo. Aquí está el verdadero triunfo del mundo moderno: el haber rebajado al tiempo a una concepción lineal y exclusivamente vinculada a la acumulación rentística.

    Por eso los bancos se han convertido en los templos modernos donde el tiempo sagrado, que es el que vinculaba lo temporal con lo trascendente, ha sido caricaturizado y suplantado por el funcionamiento indefinido de todas sus terminales financieras, en las cuales el sol nunca se pone, ya que las cotizaciones de Nueva York se suceden al hilo de los husos horarios de las de Tokio o Hong Kong, luego las de Frankfurt, Londres, París, etc., especulando las 24 horas del día.

    Los tiempos están maduros: un signo revelador es la decadencia del dólar y los trastornos o desordenes que acarrearía a nivel mundial su desaparición. No sabemos si la moneda norteamericana logrará sostenerse o si será la última divisa clave mundial, o si la suplantará otra o la reunión de varias de las potencias emergentes; pero lo que sí se advierte es que la situación actual es un caos programado y se ajusta perfectamente con los preámbulos de lo transmitido por la Revelación de San Juan sobre la intromisión de una moneda por parte del Anticristo en su efímero reinado, con las características de la moneda tradicional, pero esta vez cargada de influencias satánicas, como explicó Guénon: “La moneda misma, o lo que la sustituya, cobrará de nuevo un carácter cualitativo de esta forma, ya que ha sido dicho que «sólo podrá com prar o vender aquel que posea el emblema o el nombre de la Bestia o el número de su nombre» (Apocalipsis, XIII, 17), lo cual, a este respecto, implica una utilización efectiva de los símbolos invertidos de la «contratradición».” Reflexionando sobre los sucesos evangélicos descritos por San Mateo, cuando Cristo expulsa a los cambistas del Templo, o sobre la traición de Judas a cambio de las 30 monedas de plata -entregadas por las autoridades religiosas de ese entonces- notamos que ya las fuerzas del Enemigo del Hombre han conseguido por fin nuevamente convertir a los bancos en templos, es decir, invertir la renovación operada por el Señor a través de su sacrificio. Y porque quieren implantar un reordenamiento planetario, donde urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como sorprendentemente acaba de solicitar en su última Encíclica, Benedicto XVI, que nos dirige directamente a las prevenciones de Guénon sobre el nivel de infiltración en la Iglesia católica, lo cual tampoco es un signo tranquilizador.

     Queremos que las palabras de otro gran autor tradicional, que bebió de las fuentes sagradas –tanto de Oriente como de Occidente-, nos ayuden a iluminar la senda por donde recuperar el Orden y la Justicia, entenebrecidas por los adoradores de Mammón: “El trabajo que debe hacerse es en primer lugar de purgación, para echar a los cambistas de dinero, a todos los que desean poder y oficio, y a todos los representantes de intereses especiales; y en segundo lugar, cuando la ciudad ha sido «limpiada», el trabajo que ha de hacerse es de imitación considerada de las formas de la justicia, de la belleza y de la sabiduría naturales, amén de otras virtudes cívicas; entre las cuales hemos considerado aquí la justicia, o como se traduce comúnmente la palabra dikaiosyne en los contextos cristianos, la rectitud.”

    La tarea es heroica, pero en estos tiempos llenos de confusión y degeneración ¿aparecerán líderes que enfrenten y derroten a los cambistas posmodernos? Y si se manifiestan ¿los reconoceremos?, ¿los seguiremos?

    La solución no está simplemente en proponer una nueva doctrina económica o en implementar un orden internacional monetario acorde con las necesidades del planeta, sino en ir más allá de la modernidad y reencontrar el Centro perdido, ocultado por la acción de siglos de materialismo en este Occidente que, al rechazar la auténtica Tradición, rompió el lazo por el cual el ser humano alcanzaba su verdadera dignidad.



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