Ante una nieve, un Ser de Belleza de elevada estatura. Silbidos
de muerte y círculos de música sorda hacen subir, alargarse y
temblar como un espectro a ese cuerpo adorado; heridas escarlata
y negras resplandecen en las carnes soberbias. Los colores propios
de la vida se oscurecen, danzan y se desprenden en torno a la
Visión, en el taller. Y los estremecimientos se elevan y rugen,
y el sabor furioso de esos efectos cargando con los silbidos mortales
y las roncas músicas que el mundo, allá lejos detrás de nosotros,
lanza sobre nuestra madre de belleza, — ella retrocede, se alza.
¡Oh! nuestros huesos se han revestido de un nuevo cuerpo amoroso.
* * *
¡Oh el rostro ceniciento, el escudo de crin, los brazos de cristal!
¡el cañón sobre el que debo abatirme a través de la barahúnda
de los árboles y del aire ligero!
de los árboles y del aire ligero!
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