sábado, 27 de abril de 2013

Entrevista a Luca Prodan

Una de las pocas entrevistas hechas a Luca Prodan, en donde narra humorísticamente algunos de los eventos de su vida que lo marcaron e incentivaron a llevar la vida de excesos que llevó.

Su rebeldía y crítica a la sociedad burguesa y pudiente es absolutamente comprensible pero absolutamente mal canalizada. Sin embargo, fue consecuente con su decisión de llevar una vida tanática de autodestrucción hasta el final de sus días y eso hace que sus palabras adquieran una cierta y peculiar resonancia.

En la indigencia del loco o demente, por lo mismo que entraña una austeridad radical semejante a las prácticas del ascetismo más riguroso, puede percibirse como el reflejo inverso de la "pobreza espiritual" que practican sus opuestos los santos liberados, más aún si es que ésta viene acompañada de talento individual (más no genio) y sensibilidad.

 

jueves, 25 de abril de 2013

La Modernidad: Fase terminal del Kali-Yuga

La única manera de comprender el estado actual de injusticia y “caos organizado” en el que vivimos es haciéndolo desde la perspectiva de las enseñanzas tradicionales y su doctrina cíclica del devenir histórico.

El punto de vista moderno fundamentado en las ideologías del “progreso”, “evolución”, “pragmatismo tecno-cientificista” o “bienestar material” no tiene cómo explicar el abismal desequilibrio socio-económico en el que vive la humanidad ni tampoco la destrucción prometeica de la naturaleza que viene realizando hombre moderno desde que dio origen al desarrollo titánico de la maquinaria industrial.

Nos hemos acostumbrado al capitalismo economicista que todo lo contabiliza y a la industria tecno-cientificista que es un verdadero cáncer para el planeta, pero estos fenómenos estrictamente modernos solo pueden ser la consecuencia lógica y directa de encontrarnos en la fase terminal del Kali Yuga. No tienen ninguna otra explicación lógica posible. La verdadera dimensión de estos fenómenos contra-natura no puede ser comprendida desde la óptica del humanismo y su miopía intelectual.  

Es imposible que la ética actual del hombre moderno sea consecuencia de una evolución y progreso humano, no tiene sentido, por lo tanto la tesis moderna que considera a la civilización burguesa occidental europea como la más desarrollada y al hombre moderno como el más inteligente es una tesis errónea. La mayoría no lo reconoce conscientemente pero en su modo de actuar inconsciente y cotidiano se refleja claramente este sentimiento de superioridad. La mayoría de occidentales consideran que su civilización es superior a la de los orientales. 

La inteligencia no se restringe a lo cerebral-racional, menos aún a lo emocional-afectivo como apuntan las nuevas tesis post-modernas que se presentan bajo la etiqueta novedosa de “alternativas”, ella más bien debe extenderse hacia los dominios de la inteligencia intuitiva intelectual.

El intelecto es una facultad cognitiva supra-racional mediante la cual se concibe al ser ontológico (y al no ser); una vez concebido intelectualmente la información ontológica desciende para ser procesada a las facultades cognitivas individuales, a saber la razón, la imaginación, la memoria y la emoción o el sentimiento.

Esta última palabra, el sentimiento, puede ser transpuesto a un sentido superior y diferenciarse de la emoción infra-racional afectiva. Así pues el ser puede sentirse dando lugar a la beatitud y a la hermosura (la belleza es otra cosa), pero el sentimiento sin la concepción intelectual del ser deriva en afección emotiva intrascendente.

La concepción intelectual no es la imaginación plástica, la primera es una operación cognitiva trascendente y activa mientras que la segunda es una operación cognitiva receptiva y pasiva. Cada una tiene su propio orden, naturaleza y función; con el intelecto penetramos el mundo espiritual de la esencias inmutables y con la imaginación ingresamos al mundo fascinante de la sustancia sutil que cosmológicamente corresponde al “mundo intermedio” entre la materia solidificada y la esencia informal.     

La razón es una facultad analítica y discursiva que abstrae bajo una modalidad sucesiva y lineal, su naturaleza comprende la dimensión lógica del ser, el intelecto en cambio es una facultad supra-individual que realiza integraciones sintéticas bajo una modalidad in-mediata y simultánea, es decir que escapa a los dominios del tiempo sucesivo para instalarse en los dominios de la simultaneidad. Su naturaleza es el ser, lo supra-lógico.

Tanto en la antiguedad griega como en el escolástica medieval los filósofos distinguían entre la operación intelectiva llamada nous y la operación lógica-racional llamada ratio. Ambas eran pues dos facultades cognitivas distintas. Por medio del intelecto se accedía al ser universal y de esta manera se lo experimentaba directamente sin necesidad de una creencia o fe de por medio.

Fue primero Gillermo de Ockham con su teoría nominalista quién comenzó a poner en duda la realidad operativa de la intelección cognitiva, pero quien terminó por anularla y eliminarla completamente de la historia moderna de la filosofía fue Rene Descartes. Lo que hace el filósofo francés es equiparar e identificar ambas facultad cognitivas reduciendo así el nous a la ratio. A partir de ese momento intelecto será sinónimo de razón y perderá así su verdadera función intuitiva supra-racional.     

Efectivamente ha habido un progreso material en Occidente como consecuencia del curso naturalista y particularista que ha seguido el pensamiento moderno desde sus inicios en el siglo XIV, a diferencia del pensamiento tradicional-contemplativo que se ha mantenido siempre centrado y enfocado en lo universal, pero este progreso material no es de ningún modo sinónimo de progreso espiritual o intelectual.

Con la aparición del darwinismo, hipótesis profundamente racista y descabellada propia también de las posibilidades negativas que deben desarrollarse en el Kali yuga, la idea de una superioridad espiritual e intelectual del Occidente europeo moderno por sobre las demás civilizaciones tradicionales no-occidentales comienza a afianzarse fuertemente. No es casual que justo por aquella época comenzasen a gestarse las teorías racistas ocultistas que darían lugar más tarde al nazismo.  

Occidente, y de un modo más específico el espíritu moderno anti-tradicional incubado en el Occidente a finales de la Edad Media e inicios del Renacimiento, se siente así con el derecho de imponer a la fuerza, gracias a su progreso material conseguido efectivamente en desmedro de la metafísica, su cultura “evolucionada” y “progresista” al resto del planeta. Esto es lo que vemos en la actualidad con la expansión planetaria del euro-americanismo y la consiguiente mundialización y occidentalización del planeta. De una colonización territorial se ha pasado a una colonización mental: es el neo-colonialismo que aún se mantiene vigente…

Es cierto que dentro de la modernidad existen elementos que son mejores que otros, como por ejemplo el respeto a las libertades y derechos individuales propio de las democracias liberales en contraposición a los totalitarismos dictatoriales, pero en el fondo ambos sistemas de gobierno son por naturaleza contrarios a la norma tradicional y expresiones directas de la edad oscura en la que nos encontramos.

Aunque resulte difícil de creer en las sociedades antiguas el hombre y la mujer vivían mucho más libres de lo que vive el hombre moderno, a pesar de no existir las ideologías modernas del laicismo, el secularismo, el liberalismo, el individualismo o el humanismo.

La libertad individual exterior es un sofisma, un espejismo y una cruel ilusión en donde la persona mental cree verse “independientemente” libre y liberada. La verdadera libertad es la liberación interior, pero qué puede saber el hombre moderno de ese “manjar de los dioses”…

En la antigüedad se vivía en la naturaleza, en los bosques, y los burgos, de dónde emergen las ciudades y las metrópolis símbolos del sedentarismo más decadente, aunque no todo sedentarismo sea decadente por naturaleza, esos burgos y ciudades burguesas focos de todo tipo de corrupción casi ni existían. Los “ciudadanos” antiguos eran naturalmente libres, integrados en sus comunidades familiares y en sus respectivas tradiciones..      

Esa idea de que las sociedades antiguas eran cerradas, estáticas - en sentido negativo - y que por ende no existían “libertades individuales”, o sino que la mujer era una esclava a diferencia de hoy que supuestamente ha conseguido liberarse, son mentiras inventadas interesadamente por la inteligentita moderna.

Las sociedades antiguas eran orgánicas y comunitarias, es decir mucho más solidarias que las sociedades individualistas de la modernidad que entienden la convivencia en función del éxito y la competencia egoista. El comunitarismo orgánico tradicional, como el allu andino o la umma islámica por ejemplo, no tienen nada en común con las formas modernas de colectivismo que han sido el comunismo y ahora el socialismo reciclado. A ellas las rigen principios completamente diferentes y equipararles como hacen los sabios modernos es otra muestra de supina ignorancia o malevolencia.

El dinamismo tan celebrado de las sociedades modernas es de carácter exclusivamente economicista. La nueva designación moderna de “clases sociales” para clasificar a la sociedades burguesas post-medievales (esta palabra tan anti-progresista genera horror en los modernos) responde a este economicismo cuantitativo y se fundamenta en el más puro y duro ingreso monetario. Es un dinamismo cuantitativo y groseramente monetario.

La doctrina de castas tradicionales en cambio se rige no por una clasificación racial como malintencionadamente la entiende el hombre moderno sino más bien por una clasificación jerárquica de funciones o vocaciones espirituales. Y no es del todo estática pues existe la opción de ascender o descender a través de ellas según la genuina predisposición intelectual de los individuos.  

Lo que prima en ellas no es la adquisición monetaria, fetiche únicamente moderno y prueba de su aberrante concepción mercantilista del mundo puramente profano y desacralizado, sino más bien prima el conocimiento en su sentido más puro repartida jerárquica y proporcionalmente entre las cuatro castas principales que rigen en todas las sociedades tradicionales. Este conocimiento de casta se transmitía por medio del oficio respectivo y de este modo el trabajo se glorificaba no como ahora que se ha convertido en la manera más efectiva de esclavizar a los hombres.        

Con respecto a cómo el hombre moderno viene destruyendo inmisericordemente la naturaleza, pues definitivamente esto es mucho más grave de lo que designa la jerga “ecologista” con su “impacto medioambiental”. El ecologismo es una ideología más de la modernidad no exenta de intereses políticos por un lado y por el otro de una tremenda ingenuidad.

Analizado históricamente dicho movimiento aparece como una reacción sospechosamente tardía al impulso titánico tecno-industrial del hombre moderno. Lo curioso del ecologismo es que le ha pasado lo mismo que al movimiento hippy de los años 60, a saber, que ha sido absorbido por el capitalismo. O, quien sabe, quizá fue el mismo capitalismo -fuente del desarrollo industrial- quien lo inventó para calmar y distraer a sus enemigos agarrándolos de “tontos útiles”. El verdadero ecologismo no puede ser aliado del capitalismo, así de simple, y los que creen que sí pues pecan de ingenuos o de convenidos. 

Los antiguos no eran "ecologistas" y sin embargo su amor y respeto por la naturaleza era cualitativamente infinitamente superior al del ecologista moderno. El hombre antiguo y tradicional, que no significa anticuado ni anacrónico y que por lo tanto resulta factible hablar de una actualización contemporánea de su concepción del mundo tal como lo ha planteado Guenon, este hombre antiguo y tradicional consideraba a la naturaleza de una manera sagrada, es decir, de una manera no materialista sino más bien trascendente. 

Para los griegos la palabra naturaleza designaba no solamente la corteza exterior geográfica percibida por los sentidos sensoriales sino también una modalidad sutil que le era implícita. Así pues la naturaleza era algo realmente orgánico y vivo con alma propia, de donde toda la mitología de los seres sutiles de la naturaleza en forma de genios, duendes, hadas, gnomos, etc., y en ese sentido era la naturaleza un hogar sagrado.

Luego con el advenimiento del pensamiento moderno y su ciencia empírica-racional el concepto de naturaleza deviene en algo estrictamente material y sensual. Se amputa así su dimensión sutil, aquello por lo cual la naturaleza se sacralizaba y se convertía en reflejo simbólico de lo sobrenatural, y entra en una era de profanación. Se la pasa a considerar como un ente inerte, inorgánico y mecánico y es por esto que el hombre moderno comienza a dar rienda suelta a su instinto tanático de destrucción en paralelo con su avaricia lucrativa. 

Pues bien la ecología es una ciencia post-moderna que ha surgido bajo los mismos principios de la modernidad que percibe la naturaleza como inerte y sin vida; es una ciencia materialista que puede tener buenas intenciones pero que en el fondo es creación del mismo capitalismo y poco puede hacer para revertir la situación actual. La ética ecológica continúa siendo profana y superficial..    

Como decía al comienzo la crisis perenne que vive el mundo contemporáneo post-moderno, y que ha sido causado principalmente por las ideas-fuerzas que han dado vida a la modernidad, esta crisis perenne es consecuencia de los efectos terminales del presente ciclo humano. Para comprender la verdadera magnitud de sus daños y poder así hacer algo realmente positivo al respecto es necesario retomar el estudio serio de las enseñanzas tradicionales y actuar conforme a sus premisas metafísicas y cosmológicas.

Lo fundamental es desembarazarse primero lo más que se pueda, cada quién según sus propias posibilidades, del espíritu moderno anti-tradicional en todos los ámbitos posibles: políticos, filosóficos, artísticos, sociales, económicos, etc.     

martes, 23 de abril de 2013

Dead Can Dance, Amnesia


Isabelle Eberhardt, La Fascinación del Desierto




Artículo escrito por el tradicionalista Joaquin Albaicin sobre la enigmática y aventurera vida de Isabelle Eberhardt, la primera mujer europea (aunque fue rusa en realidad) que se convierte al Islam. Una mujer muy culta y transgresora de las falsas costumbres burguesas europeas que encuentra en el Islam una forma de vida rebosante de pureza y primordialidad. 

Con una prosa exquisita escribió solamente algunos pocos cuentos, artículos periodísticos y unos cuantos diarios personales en los que logra retratar el hechizo mágico que le causó el descubrimiento del Islam, la religión nómada del desierto.

Se mudó junto con su madre a vivir al norte de África, pero lamentablemente muere a muy temprana edad debido al desborde de un río que arrasó con la casa en la que vivía. Sus diarios junto con algunos cuentos fueron encontrados y eso es lo único que se conoce de su obra literaria.     

De temperamento singular no vaciló en disfrazarse de hombre y comportarse como tal para acceder a lugares en los que estaba prohibido el acceso a las mujeres. Tuvo un activismo político en contra de los colonizadores franceses y se cuenta que tuvo una extensa vida amorosa...

En torno suyo se ha creado una leyenda muy grande, algunos incluso han llegado a emparentarla con el mismo Rimbaud, pero quién mejor que el poeta gitano Albaicín para darnos un vivo retrato de este interesantísimo personaje. 

***    

Isabelle Eberhardt: La fascinación por el Desierto

Múltiples voces del mundo de la literatura, la edición y el cine se alzaron para pedir que 2004 fuera declarado en Francia año literario de Isabelle Eberhardt. El documental sobre su vida de la realizadora tunecina Raja Amari, firmante de la premiada Satin rouge, está ya en marcha. ¿Quién fue aquella nómada impenitente inmortalizada en la gran pantalla con las facciones de Mathilda May y de cuya muerte se cumple el centenario?

Sin duda es la antología comentada debida a Eglal Errera, la escritora francesa nacida en Alejandría, publicada en la colección de biografías femeninas de Circe, la mejor introducción en lengua castellana a la fascinante personalidad de la soñadora rusa cuyo personal y borgiano libro de arena integran unos pocos cuentos, reportajes y novelas, sus diarios y un predecible óbito en la flor de la vida. Aunque quiera la leyenda hacerla hija de Rimbaud, el padre de Isabelle fue Alexander Trofimovsky, pope ruso amigo de Bakunin y discípulo de Tolstoi por el que su madre abandonó a su marido para establecerse cerca de Ginebra, en una villa consagrada por sus antiguos dueños al cultivo de plantas exóticas y, a partir de su llegada, lugar de tertulia y pernocta para toda laya de prófugos de Siberia y conspiradores varios.

Sus diarios y cartas no esclarecen por qué vía incubó la pasión por el Islam una adolescente que, educada por Trofimovsky, jamás puso el pie en un colegio y creció en un ambiente antirreligioso. Parece que las primeras noticias directas de África le llegaron con apenas 16 años, en su cruce de epístolas con un joven militar francés destacado en Argelia, y que afianzó el interés su amor por un funcionario del consulado turco. Seguirán las cartas a su hermano, alistado en la Legión, en las que Isabelle emplea ya un prometedor árabe autodidacta, habla del Islam como vivencia íntima, se califica de alma en el exilio que se ahoga en tierra de infieles y -lo cual es más intrigante- se expresa en términos inequívocamente deudores de la tradición sufí, la más secreta y nuclear del Islam... En 1896, a los 19 años, se escribe con Abu Naddara, judío egipcio expatriado en París y seguidor de la corriente nacionalista egipcia anti-otomana encabezada por Djamal El Din El Afghani, que la ayudará a progresar en su dominio del árabe y el turco. El lazo emocional e intelectual de Isabelle con el mundo islámico difiere, pues, del de sus contemporáneos orientalistas andando el tiempo magistralmente diseccionados por Edward Said, lo que se reflejará con posterioridad en su obra, ayuna de la menor tentación folklorista.

Tiene 20 años cuando, dejando atrás a su progenitor, emigra con su madre a Argelia. Parece que fue nada más llegar cuando aconteció la entrada formal de ambas en el Islam, paso insólito en la época. Al año, tras la muerte de su madre, ya publica sus primeros artículos y cuentos bajo el seudónimo de Mahmoud Esaadi. En tanto los raptos de exaltación o tristeza activan su talento literario, se da a la bebida durante sus no menos frecuentes pasajes de melancolía. Busca en las soledades del desierto consuelo para sus bruscas mudas de ánimo. Vestida de hombre, alterna en Argel mezquitas y bajos fondos, encuentros turbios con discusiones pías y eruditas sobre el Corán. Peregrina a las fuentes del éxtasis, su irrefrenable querencia hacia los predios de la espiritualidad parece haber hallado vehículo en los rituales sufíes y la contemplación arrobada de la Naturaleza tanto como en los éxtasis de la carne, considerando a cada amante un peldaño de su escala hacia los arrebatos místicos.

En 1899, a lomos de su caballo, se interna por primera vez en el Sahara, donde la oficialidad francesa recibe glacialmente a aquella rusa musulmana ataviada con ropas viriles de beduino, que ha rechazado varias propuestas de matrimonio y decide quedarse en El Oued, "la extraña ciudad de pequeñas e innumerables cúpulas redondas." Pasará dos meses acompañando a un funcionario del cadí de Al Monastir y su escolta en la tarea de recaudar impuestos y sofocar rencillas tribales, sin que nadie recele de su falsa identidad de joven turco huido de un colegio francés.

En 1900, de vuelta en El Oued tras un par de breves viajes a Francia que le permiten reencontrarse con Naddara y entrar en relación con la periodista rusa Lydia Pashkov, publicar algunos de sus relatos de viajes y sobre todo, constatar que su mundo no es ese, conoce a Sliman, suboficial de las tropas indígenas que será su gran, feliz y atormentado amor. Frecuenta a los sufíes de la cofradía Qadiri, a la que pertenece Sliman, en la que ella misma será iniciada y a muchos de cuyos miembros -gracias a los rudimentos de oftalmología aprendidos de su padre- curará de conjuntivitis, cataratas y otros padecimientos oculares típicos del desierto. Enfurecidos por su ascesis rayana en la indigencia, su gusto por el alcohol, su promiscuidad y, sobre todo, sus críticas al proselitismo religioso, los funcionarios franceses hacen correr el bulo de que es una misionera metodista y tratan de expulsarla acusándola de espionaje, lo que Isabelle logra evitar contrayendo matrimonio con Sliman y adquiriendo, así, la nacionalidad gala. También parece que su existencia errante y solitaria y su atuendo masculino indignaron a determinados medios locales. Nunca se aclaró si el intento de asesinato con sable perpetrado contra ella por un árabe enloquecido fue inducido por una visión angélica -como declaró el agresor- o urdido por las autoridades coloniales.

Isabelle, tratada en aquel juicio casi más como acusada que como denunciante, fue sin duda víctima de los recelos clásicos de los militares hacia los periodistas, incrementados desde que iniciara su colaboración con el diario anticolonialista Akhbar, cuyo propietario, Victor Barrucand, había intervenido para colocar como traductor a su esposo en el ayuntamiento de Tanas. Algunos militares, sin embargo, simpatizaron con ella. Fue el caso del general Lyautey, partidario de un proceso colonizador basado en el conocimiento de la lengua y la civilización del pueblo invadido, y no en la mera presencia de tropas, y que, tras la batalla de El Moungar, resolvió enviarla a Ain-Sefra, en la ‘tierra de nadie’ fronteriza con el reino de Marruecos, para mediar con las tribus rebeldes, lo que despertó rumores sobre su pertenencia al Deuxième Bureau. Meses después volverá, también por mandato de Lyautey, a entrevistarse con el principal dirigente espiritual local. No regresaría. Asaltada desde tiempo atrás por recurrentes crisis de malaria, sífilis y paludismo, abandonó el hospital para instalarse en la modesta casa que había adquirido para vivir allí con Sliman. El 21 de octubre de 1904, la sorprendió la riada. Lyautey rescatará de los escombros de la vivienda sus escritos manchados de fango. Tenía 27 años. Había sonado la hora de su fama póstuma.

A juicio de Errera—que ultima una novela y varios cuentos para niños ambientados en la Alejandría cosmopolita—la vida de Isabelle encarna "un mensaje para la mujer de hoy, por haber llevado adelante sus elecciones culturales y sexuales y la soledad que tales elecciones le impusieron, por haber amado profundamente, por haber tenido una vida política, porque fue abierta de mente, inteligente, sensible y una aventurera de verdadero talento."

Nunca recibió el bautismo, nunca fue cristiana, por lo que no ha lugar a calificar su adhesión al Islam de conversión propiamente dicha. ¿Puede, pues, hablarse de aquella mujer criada a la sombra de la exuberante vegetación tropical de su villa suiza y muerta en el desierto como de una precursora de la sociedad multicultural? Errera no está segura: "Desconfío de los iconos... Su relación con el Islam y la cultura árabe fue apasionada y, quizá, una vía de escape para una historia familiar demasiado penosa y pesada. Fue, esencialmente, una rebelde cuya sensibilidad quedó impresionada por la crueldad del colonialismo. Quizá el alma rusa y el alma nómada árabe se encontraron en algún lugar muy profundo dentro de ella. ¿Quién sabe?"
Sólo Alá.

lunes, 22 de abril de 2013

Luca Prodan, Red Lights


Luca Prodan, Warmi Mist

Músico italiano radicado en Argentina que alcanzó la fama en los años 80 con su banda Sumo. Personaje oscuro de gran talento y enorme sensibilidad que optó por seguir un camino de autodestrucción e indigencia hasta encontrar la muerte a los 34 años.

Desde muy temprana edad se rebeló ante la frialdad afectiva y los convencionalismos pseudo aristocráticos de su familia, pero esta rebelión lo terminó llevando desgraciadamente por el camino titánico-autodestructivo de las drogas y el alcohol. Su resentimiento familiar fue más grande que él y lo terminó consumiendo.  

Esta canción se llama "Warmi Mist" y se la dedica a su hermana Claudia, quien se suicidó junto a su esposo con una sobredosis de heroína. Ambos eran muy unidos y siendo él quién la introdujo en el mundo de la heroína no podrá evitar sentir por eso una cierta culpabilidad.

Hermosa canción que refleja la gran sensibilidad que podía llegar a tener Luca Prodan.


martes, 16 de abril de 2013

Dead man & William Blake

Tema de Neil Young de la película "Dead man" de Jim Jarmusch en donde el director realiza una mezcla bizarra pero genial entre el poeta visionario William Blake y la tradición nativa - en clave de parodia - de los amerindios pieles rojas. A mitad del vídeo se narra un poema apocalíptico de William Blake sacado de su obra "El matrimonio del Cielo y el Infierno." Lo que está en corchete no se menciona en el vídeo.


The ancient tradition that the world will be consumed in fire at the end of six thousand years is true, as I have heard from Hell.
[For the cherub with his flaming sword is hereby commanded to leave his guard at the tree of life, and when he does], the whole creation will be consumed and appear infinite and holy whereas it now appears finite & corrupt.
This will come to pass by an improvement of sensual enjoyment.
[But first the notion that man has a body distinct from his soul is to be expunged; this I shall do, by printing in the infernal method, by corrosives, which in Hell are salutary and medicinal, melting apparent surfaces away, and displaying the infinite which was hid.]
If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite. [For man has closed himself up, till he sees all things thro' narow chinks of his cavern.]



viernes, 5 de abril de 2013

Biologización del Eros

Encuentro este texto muy interesante titulado “Ética Cristiana y Metafísica del Sexo” que no está firmado por ningún autor. En él se muestra el estrecho vínculo que une al fenómeno moderno de la “biologización del eros” con la inevitable rebelión de los khsatriyas propio de todo proceso cíclico descendente. 

Una crítica muy lúcida a la concepción moderna del erotismo que no ve en Eros, aquel genio o demon como lo llamó el divino Platón, nada más que mero placer (hedonismo) y necesidad reproductiva (instinto animal). El erotismo en realidad, desde una perspectiva metafísica y tradicional, constituye – entre varias otras cosas más – la potencia mágica que llevamos dentro de nosotros para realizar “una obra de restauración andrógina”.

* * *
"Bajo la perniciosa influencia del freudismo, somos hoy casi incapaces de contemplar la sexualidad de otra manera que como instinto generador de placer. Hablar hoy de "metafísica del sexo" parece pues, a la mayoría de nuestros contemporáneos, paradójico, es decir, absurdo, cuando no simplemente ridículo. La metafísica del sexo rechaza abordar el fenómeno sexual solo como instinto libidinógeno o como principio puramente biológico de procreación. A estas dos concepciones unifuncionales de la sexualidad, a estos dos reducciones, que más allá de su apariencia divergente, se confortan recíprocamente en favor del clima mental antitradicional propio del mundo actual, la metafísica del sexo oponen su concepción plurifuncional y totalista de la sexualidad, una concepción donde los diferentes aspectos del fenómeno sexual se organizan jerárquicamente y que culmina en el reconocimiento de su dimensión trascendente. El instinto sexual manifiesta por parte de los individuo diferenciados, la voluntad de encontrar la Unidad primordial, la síntesis totalizante de los orígenes, la coincidentia oppositorum cuyo reflejo mítico no es otro, en el caso que nos ocupa, que el famoso mito del andrógino evocado especialmente por Platón.

Una de las mayores preocupaciones de Evola fue el sistematizar, a la luz de los múltiples testimonios de las civilizaciones tradicionales, esta metafísica del sexo que ve en la unión del Hombre y de la mujer "una obra de restauración andrógina". Guenon, por su parte no aborda la cuestión más que episódicamente y, frecuentemente, para subrayar el papel del amor en la iniciación heroico-guerrera y su lazo con la naturaleza emotiva propia del Khsatriya

En el marco de la sociedad tradicional ideal, el amor sexual es vivido por cada uno como "obra de restauración andrógina", tensión hacia la Unidad primordial. Hasta en sus manifestaciones físicas, la relación amorosa es sacralizada. Esta sacralización se da a escala de la masa, lo que no impide sin embargo la existencia de una élite capaz de renovar contacto con la Unidad primordial por otras vías que la erótica: el conocimiento y la acción. La sexualidad es una apertura trascendente acordada al tipo humano no apto para realizarse interiormente según las modalidades superiores, metafísica y heroica, de realización del ser. Las consideraciones que preceden implican inmediatamente la existencia de una jerarquía de tipos humanos. Pero esta jerarquía es considerablemente flexibilizada por el hecho de que los diferentes tipos humanos que la componen tienen en común su convergencia hacia la trascendencia, la cual constituye el fundamento de la solidaridad tradicional, más allá de la desigualdad cualitativa de los tipos y de sus vías respectivas.

La tensión metafísica propia de la espiritualidad de los orígenes -y, consiguientemente, de la sociedad primitiva tal como la representa el verdadero tradicionalismo- no tarda en relajarse. Los efectos de esta relajación se observan tanto a nivel de tipo humano superior como al del hombre ordinario y de su representación del eros. Paralelamente a la distinción, tras la separación de los ideales del conocimiento y de la acción, se produce la "biologización" del mismo eros confundido con el instinto de la reproducción, es la forma procreadora de la "biologización". En la segunda fase, el eros es asimilado al instinto de gozo, a un principio de puro placer, a la Libido freudiana: es la forma hedonista de la "biologización".


Cuando se disocian, en el seno del tipo humano de élite los ideales respectivos de conocimiento y acción el primer paso de la decadencia es franqueado. La involución está en marcha desde el momento en que aparece el dualismo entre el Bhraman y el Khsatriya. La ruptura misma de la síntesis original condiciona el declive de sus dos elementos constitutivos ahora disociados. Privado del soporte de la acción, el conocimiento degenera primero en contemplación pura y luego en fe. Amputado de su fundamento intelectual, la acción se degrada primero en heroísmo guerrero y luego en "voluntad de poder". Durante un cierto tiempo subsiste, en el marco de un dualismo distintivo, el recuerdo de la fuente metafísica común a ambos ideales. Es la época donde la contemplación pura y el heroísmo guerrero coexisten pacíficamente y donde, así como demuestra el ejemplo de la Edad Media, no parece imposible, a escala restringida, la restauración de la unidad primordial del clérigo y del guerrero. Pero pronto apareció el dualismo separativo donde el recuerdo de esta unidad primordial se había perdido definitivamente, el poder temporal de los guerreros en lucha contra la autoridad espiritual de los clérigos.
Es la revuelta de los Khsatriyas que denuncia Guenon. Un voluntarismo belicoso y depredador sumerge el mundo con tanto mayor fuerza en la medida en que los mismos Bhramanes han perdido la tensión metafísica propia del ideal original del verdadero conocimiento y no oponen más energías al desencadenamiento de las pasiones más que las vulnerables barreras de la devoción y la fe.
Volveremos a la caballería guerrera y a su concepción del amor para constatar que existe una seudocontradicción análoga a la que algunos imaginan poder descubrir en la concepción caballeresca de la fe. En su pusilanidad y su estrechez de miras, los modernos tachan de hipocresía suprema el culto a la mujer que excluya la posesión física. Esta aparente paradoja no se explica más que a la luz de las condiciones propias de un cierto tipo humano ligado a un momento dado de su ciclo. Para un guerrero cabido en la degeneración voluntarista pero que no ha perdido enteramente el contacto con la trascendencia -poco importa que este contacto relativo se establezca según las modalidades ya devaluadas de la espiritualidad de la edad de plata-, para este tipo de hombre, pues, el sexo es un obstáculo a la forma de "despertar" que es capaz de alcanzar, al igual que el miedo y la potencia material, como dice una máxima tradicional oriental. Para este tipo de hombre es necesaria pues la dolorosa elección entre la dispersión donjuanesca de una parte, a la cual predispone generalmente su naturaleza física pero que convierte en problemática, incluso imposible, cualquier búsqueda de orden espiritual y, por otra parte, el culto platónico de lo femenino en sí encarnado, por las necesidades concretas del heroísmo, por una "Dama" electiva que será generadora de "despertar" en la medida misma de su alejamiento corporal. Hay lugar a insistir en el carácter desgarrador y trágico de tal opción existencial a fin de que los modernos imbuidos de psicoanálisis freudiano no vean en el platonismo del amor caballeresco la coartada de la impotencia sexual, la excusa sublimadora de la frigidez, el refugio de aquellos que hacen virtud de la necesidad.

Habida cuenta, de una parte, el carácter aleatoria de una reaparición de la metafísica tradicional del sexo en la sociedad moderna decadente y, de otra parte, la poca consideración de que son dignos, fuera de su valor de testimonio de una crisis, los fenómenos actuales como la sexualidad pandémica, la obsesión erótica y el donjuanismo desenfrenado, existe para el hombre de hoy tres maneras de pensar y de vivir el amor: el matrimonio burgués ("forma social" que ya hemos puesto de manifiesto en la precedente cita de Evola), el amor romántico y el amor caballeresco. Frecuentemente asociado a intereses económicos (la fortuna no debe "salir de la familia") o a un simple orgullo social (la supervivencia del "nombre"), la tendencia procreadora del matrimonio burgués, si no se acompaña de otra cosa se alinea sin duda en el concepto de "biologización" del eros. El amor romántico puede ser vivido en el interior del marco de la conyugalidad burguesa. Tal es la concepción cristiana que puede calificarse de romántico-burguesa y que es superior a la concepción burguesa pura y simple al igual que esta última es superior al mero pansexualismo hedonista. Pero el amor romántico puede también ser vivido fuera del contexto socio-conyugal burgués, en la medida precisa en que este no revista más que un carácter formalista. El amor caballeresco puede ser considerado como una especie de romanticismo superior cuyo carácter platónico de testimonio de una "metafísica del sexo" en Potencia. La potencialidad de reintegración espiritual del eros confiere a este tipo de amor una justificación frente a los imperativos de la pequeña moral utilitaria, social y familiar. Que esto no se convierta por tanto en una coartada susceptible de excusar cualquier relación extra-conyugal. En este terreno como en otros, hay dos maneras de superar lo que Evola llama el "burguesismo": por lo bajo y por lo alto. De un lado el amor infra-conyugal de los seductores de baja estofa y de los obsesos por el falo y la vagina. De otra el amor supra-conyugal, caballeresco o romántico, idealización platónica o el abrazo exaltador, culto lejano del eterno femenino o los encuentros cotidianos de amantes, admiración intelectual y estética o fusión palpitante de dos seres de huesos carne y sangre.

Una cierta "sociología de la sexualidad", en cabeza de la cual se encuentra Helmuth Schelsky, ha introducido en el fenómeno sexual una cuarta dimensión, la dimensión afectiva en el sentido biológico del término. A las tres funciones generalmente reconocidas por los sexólogos modernos inmunizados contra la perversión freudiana -la función hedonista, la función reproductora y la función emotiva- ha venido a añadirse la "función de selección del partener". Esta escuela sociológica insiste en el fundamento estríctamente monogámico pretendidamente inherente a cualquier sociedad tradicional. Tal contra-verdad no puede explicarse más que mediante el deseo de revalorizar el matrimonio en tanto que cimiento social. La "nueva escuela" de derecha se ha apresurado a recuperar estas ideas, probando ipso facto que su objetivo verdadero es, bajo la cobertura de un tradicionalismo reconciliado con el espíritu científico, el reajuste de una ideología burguesa duramente sacudida por el marxismo y el izquierdismo. Pues su tradicionalismo reconciliado con el espíritu científico, el reajuste de una ideología burguesa duramente sacudida por el marxismo y el izquierdismo, es de carácter sociológico y horizontal. La religión y el amor, los valores espirituales y morales, lo que un marxista llamaría la "super-estructura" es contemplada, no en la perspectiva absoluta, en su relación con el orden metafísico necesario sino en una óptica utilitaria, como consolidación virtual del orden social contingente, el de los privilegios de la fortuna y del bios."

jueves, 4 de abril de 2013

William Blake


"Me hallaba en una Imprenta en el Infierno, y vi el método por el cual el conocimiento se transmite de generación en generación.

En la cámara primera había un Dragón-Hombre que barría la basura de la boca de una caverna. Adentro, multitud de dragones ahondaban la caverna.

En la cámara segunda había una serpiente que se envolvía en torno a la roca de la caverna, y otras que la adornaban con oro, plata y piedras preciosas.

En la cámara tercera un Águila de alas y plumas de aire tornaba el interior de la caverna infinito. Había también multitud de Hombres-Águila que edificaban palacios en las rocas enormes.

En la cámara cuarta Leones de ardientes llamas caminaban furiosos y fundían los metales hasta tornarlos en fluidos vivientes.

En la cámara quinta, formas sin Nombre arrojaban al espacio los metales.

Allí eran recibidos por los Hombres que ocupaban la cámara sexta. Tomaban la forma de libros y eran dispuestos en bibliotecas"

Árabes y Escandinavos

Copio el fragmento de un interesante y bello artículo escrito por Abu Bak Lopez Guitan en donde se muestra las similitudes espirituales entre dos pueblos aparentemente muy diferentes: los árabes y los escandinavos.

Ambas religiones, la de los beduinos del desierto arábigo y la de los vikingos del hielo polar, la religión de Allah y la religión de Wottan, ambas presentan características comunes que nos hablarían de una predisposición temperamental también común entre estas dos razas distintas.             
   
* * *

"El bagdadí Ibn Fadlan, un escritor árabe que convivió con los vikingos durante una travesía que duró varios años, dice de ellos: "son guerreros y a la vez comerciantes. Poseen armas y también instrumentos". Como los mismos árabes, cada cosa según las circunstancias. Esta observación de aquel gran viajero musulmán, enciende la chispa de un fuego común, sustentado por una serie de similitudes existente entre los pueblos que acogieron el Islam en sus primeros tiempos y la religión escandinava propia de los antiguos europeos.

Ya hemos mencionado la adoración de un solo Dios -Allah, Wottan- que comparten los escandinavos y los árabes. Los mensajeros que se mencionan en las diversas sagas nórdicas son, como el Profeta de los árabes, a la vez líderes relligiosos, jefes de estado legisladores y guerreros. Ambas creencias proclaman la existencia de una vida post-mortem, de un infierno y de un paraíso. El paraíso de los musulmanes -Al Jennah- es llamado Walhala por los escandinavos. En ambos coinciden simbologías casi idénticas. Las huríes del paraíso musulmán son las walkirias del Walhala. Allí se sirven bebidas embriagadoras que no perjudican, el vino mezclado con gengibre y alcanfor de los musulmanes o la miel fermentada de los vikingos. El mercado del Paraíso es el campo de batalla del Walhala, donde los cuerpos son también reparados y resucitados para una nueva jornada, entendiendo que para los germanos el noble placer de la lucha es equiparable al placer del comercio para los musulmanes. Otros detalles similares existentes en ambos paraísos no pueden provocar sino nuestra admiración, pues difícilmente podríamos encontrar entre todas las tradiciones de la tierra, otras dos más semejantes entre sí.

Ciertas creencias ancestrales del pueblo germano profundamente incrustadas en su tradición, han tenido que subsistir en nuestros días al margen de la doctrina cristiana, reducidas al mundo de la fantasía, como pueden ser la creencia en trols y duendes, coincidentes con el abierto reconocimiento por el Islam de todo tipo de genios y ángeles, sobre quienes al igual que en los países de origen celta y escandinavo aún perdura una extensa literatura árabe. Finalmente no puede pasarnos inadvertida la veneración que sienten ambas tradiciones hacia los guerreros que defendiendo la integridad de los miembros de la comunidad de creyentes, mueren en el campo de batalla. En ambas tradiciones son considerados mártires a los que Dios preserva de las penalidades del paso a la otra existencia y a quienes reserva las más altas cotas de Su proximidad.

No disponemos de toda la información que desearíamos sobre la religión de los escandinavos, pero es indudable que su preeminente carácter guerrero no está circunscrito a algo externo o infantil, sino que por el contrario y al igual que el Islam, predica fundamentalmente el coraje necesario para vencer al ser inferior o egóico, como se deduce de una perspicaz interpretación de sus diversas leyendas cosmogónicas. Vemos en la antigüedad nórdica mitos como el de Odín colgado de un árbol y sin un ojo, como modo de acceso a una realidad superior. Se trata de una prenda que ha de ser entregada por quienes desean alcanzar las Tierras Celestes, y aventuramos la posibilidad de que se trata en concreto de la renuncia a la visión dual propia del mundo de la manifestación, imprescindible para acceder a la visión espiritual del Dios Único. Con lo anteriormente dicho podemos enlazar en su función las viejas sagas noruegas originales con escritos magistrales andalusís como el "Tratado de la Unidad" de Ibn al-Arabi de Murcia.

Así, esta alternancia de los esfuerzos humanos entre la protección de la comunidad y la consecución del dominio sobre uno mismo, coincide nítidamente con la referencia que sayidina Mohammad hace a la pequeña yihad (esfuerzo por salvagardar la integridad material de los miembros de la sociedad) y la gran yihad (esfuerzo interior contra las pulsiones inferiores o como la denominan algunos sufíes, la lucha contra nuestro propio ego).

Ciertamente nada sería en apariencia más distinto que un vikingo de un beduino, pero como método de enseñanza sutil, los extremos se tocan. La soledad y la inclemencia propias del terrible desierto arábigo sólo son equiparables a los desiertos de hielo polar, las implacables tormentas de arena, con las avalanchas de agua y granizo. Ambos pueblos son en el buen sentido de la palabra pueblos nómadas, es decir pueblos amantes de la libertad, conscientes de la condición de tránsito de la existencia humana y del regalo efímero de esta vida. Obligados a desplazarse por sus respectivos desiertos en pos de agua, pastos, caza o del comercio, hicieron uso de distintas monturas, camellos para atravesar mares de dunas y navíos para surcar las olas de los océanos.

En sus orígenes, ambos pueblos gustaron de la poesía y de bebidas alcohólicas fuertes para amenizar la vida social durante las largas veladas en que pernoctaban bajo la bóveda celeste. Sería mucho después que vendría para el pueblo árabe la prohibición del alcohol de la mano del último Libro revelado, como ha venido al final del siglo pasado para los escandinavos, de la mano disuasoria de sus propias autoridades civiles.

Ambos pueblos veneraron a sus poetas y bardos, porque para ellos la palabra hablada encerraba un misterioso poder de evocación. Cantaban la belleza de los signos de Dios en la naturaleza y especialmente la de sus mujeres, ante las que sucumbían con sinceridad y desprendimiento. Se ensalzaba también el vigor y la valentía de los guerreros, a quienes el canto y la danza unía en una feliz comunión. Miraban mucho a las estrellas por las que se guiaban, pues a menudo tenían que viajar de noche.

El beduino y el escandinavo comparten como hemos dicho antes la veneración por la palabra, y cuando ésta adopta forma escrita, se la dota de connoctaciones esotéricas y poderes premonitorios. En árabe existe un sistema de desciframiento del significado oculto de las palabras por medio de un sistema de números y letras (uno de ellos es el sitema Abyad, especialmente desarrollado por la tariqa naqshbandiyah). Las runas, es más conocido, son de por si profundos arcanos capaces de desplegarse en busqueda de mensajes ocultos. Por ello, la caligrafía del alifato y de las runas representa en ambas tradiciones una ciencia sagrada reservada a individuos seleccionados y una oportunidad a la par que una obligación de manifestar la belleza y la creatividad divina, modulando como si de la propia voz esculpida se tratase la expresividad del sonido, en la roca o en el pergamino.

Ambos pueblos ensalzaron y promocionaron los valores viriles, único baluarte de supervivencia frente al riesgo cierto de degradación presente en toda comunidad humana. El hombre y la mujer realizaban actividades perfectamente diferenciadas. La mujer germánica como es habitual en las civilizaciones tradicionales ocupaba una relevante función al frente del gobierno de la casa y la educación de los hijos. Con una sorprendente similitud con la sharia o ley islámica, los niños permanecían bajo la custodia materna hasta la edad de ocho años. A patir de ese momento, el menor acompañaba a su padre en las expediciones comerciales o quedaba bajo la custodia de un mentor o un anciano. Imitando a los hombres de la tribu, el joven aprendía a defenderse a si mismo adquieriendo los principios éticos de una incipiente caballería espiritual, ejercitándose en el uso de arco y de la espada, del modo en que lo hacían los sahaba, los compañeros del Profeta. La espada vikinga, como la espada árabe, será objeto de veneración por ambos pueblos, que le dan nombres y le atribuyen cualidades casi humanas y portentosas.

Para finalizar con las constantes similitudes entre estas dos tradiciones, ambas comparten el gusto por lo geométrico en una decoración con la que envuelven todos los objetos de uso cotidiano y en cuanto a la vestimenta, la barba profética, las ropas anchas y los abrigos con capucha entre los hombres, y el velo entre las mujeres.

Tal como pretendemos haber podido demostrar, las similitudes entre el pueblo escandinavo y el pueblo árabe en su espiritu original y entre sus respectivas tradiciones reveladas muestran una identidad casi sospechosa. Nuestros arrianos reyes godos mantuvieron durante centenares de años y sin solución de continuidad la fe en un Dios Único, primero como pueblo germánico y después como cristianos arrianos que emparentaban con la fe de Abraham. Polígamos, guerreros, unitarios vehementes, pasarían muchos años antes de dar los primeros signos de decaimiento, cuando estos hombres que tan sólo temían que el Cielo cayera sobre su cabeza empezaron a ser dominados por las autoridades eclesiásticas romanas. Gentes de sinceridad, dificilmente habrían podido sustraerse a la resplandeciente luz de la revelación muhammadiana, y como era previsible no lo hicieron, siendo de los que en cuanto la conocieron, abrazaron voluntariamente el Islam y la sunna. Enfrentados en una última guerra civil, aquellos antiguos arrianos se batieron con quienes pretendían instaurar las nuevas creencias trinitarias, y con el resultado de su victoria, enarbolaron por primera vez desde Tanger hasta Toulouse, el estandarte de sayidina Mohammad, el Sello de la Profecía".