sábado, 27 de abril de 2013

Entrevista a Luca Prodan

Una de las pocas entrevistas hechas a Luca Prodan, en donde narra humorísticamente algunos de los eventos de su vida que lo marcaron e incentivaron a llevar la vida de excesos que llevó.

Su rebeldía y crítica a la sociedad burguesa y pudiente es absolutamente comprensible pero absolutamente mal canalizada. Sin embargo, fue consecuente con su decisión de llevar una vida tanática de autodestrucción hasta el final de sus días y eso hace que sus palabras adquieran una cierta y peculiar resonancia.

En la indigencia del loco o demente, por lo mismo que entraña una austeridad radical semejante a las prácticas del ascetismo más riguroso, puede percibirse como el reflejo inverso de la "pobreza espiritual" que practican sus opuestos los santos liberados, más aún si es que ésta viene acompañada de talento individual (más no genio) y sensibilidad.

 

martes, 23 de abril de 2013

Dead Can Dance, Amnesia


Isabelle Eberhardt, La Fascinación del Desierto




Artículo escrito por el tradicionalista Joaquin Albaicin sobre la enigmática y aventurera vida de Isabelle Eberhardt, la primera mujer europea (aunque fue rusa en realidad) que se convierte al Islam. Una mujer muy culta y transgresora de las falsas costumbres burguesas europeas que encuentra en el Islam una forma de vida rebosante de pureza y primordialidad. 

Con una prosa exquisita escribió solamente algunos pocos cuentos, artículos periodísticos y unos cuantos diarios personales en los que logra retratar el hechizo mágico que le causó el descubrimiento del Islam, la religión nómada del desierto.

Se mudó junto con su madre a vivir al norte de África, pero lamentablemente muere a muy temprana edad debido al desborde de un río que arrasó con la casa en la que vivía. Sus diarios junto con algunos cuentos fueron encontrados y eso es lo único que se conoce de su obra literaria.     

De temperamento singular no vaciló en disfrazarse de hombre y comportarse como tal para acceder a lugares en los que estaba prohibido el acceso a las mujeres. Tuvo un activismo político en contra de los colonizadores franceses y se cuenta que tuvo una extensa vida amorosa...

En torno suyo se ha creado una leyenda muy grande, algunos incluso han llegado a emparentarla con el mismo Rimbaud, pero quién mejor que el poeta gitano Albaicín para darnos un vivo retrato de este interesantísimo personaje. 

***    

Isabelle Eberhardt: La fascinación por el Desierto

Múltiples voces del mundo de la literatura, la edición y el cine se alzaron para pedir que 2004 fuera declarado en Francia año literario de Isabelle Eberhardt. El documental sobre su vida de la realizadora tunecina Raja Amari, firmante de la premiada Satin rouge, está ya en marcha. ¿Quién fue aquella nómada impenitente inmortalizada en la gran pantalla con las facciones de Mathilda May y de cuya muerte se cumple el centenario?

Sin duda es la antología comentada debida a Eglal Errera, la escritora francesa nacida en Alejandría, publicada en la colección de biografías femeninas de Circe, la mejor introducción en lengua castellana a la fascinante personalidad de la soñadora rusa cuyo personal y borgiano libro de arena integran unos pocos cuentos, reportajes y novelas, sus diarios y un predecible óbito en la flor de la vida. Aunque quiera la leyenda hacerla hija de Rimbaud, el padre de Isabelle fue Alexander Trofimovsky, pope ruso amigo de Bakunin y discípulo de Tolstoi por el que su madre abandonó a su marido para establecerse cerca de Ginebra, en una villa consagrada por sus antiguos dueños al cultivo de plantas exóticas y, a partir de su llegada, lugar de tertulia y pernocta para toda laya de prófugos de Siberia y conspiradores varios.

Sus diarios y cartas no esclarecen por qué vía incubó la pasión por el Islam una adolescente que, educada por Trofimovsky, jamás puso el pie en un colegio y creció en un ambiente antirreligioso. Parece que las primeras noticias directas de África le llegaron con apenas 16 años, en su cruce de epístolas con un joven militar francés destacado en Argelia, y que afianzó el interés su amor por un funcionario del consulado turco. Seguirán las cartas a su hermano, alistado en la Legión, en las que Isabelle emplea ya un prometedor árabe autodidacta, habla del Islam como vivencia íntima, se califica de alma en el exilio que se ahoga en tierra de infieles y -lo cual es más intrigante- se expresa en términos inequívocamente deudores de la tradición sufí, la más secreta y nuclear del Islam... En 1896, a los 19 años, se escribe con Abu Naddara, judío egipcio expatriado en París y seguidor de la corriente nacionalista egipcia anti-otomana encabezada por Djamal El Din El Afghani, que la ayudará a progresar en su dominio del árabe y el turco. El lazo emocional e intelectual de Isabelle con el mundo islámico difiere, pues, del de sus contemporáneos orientalistas andando el tiempo magistralmente diseccionados por Edward Said, lo que se reflejará con posterioridad en su obra, ayuna de la menor tentación folklorista.

Tiene 20 años cuando, dejando atrás a su progenitor, emigra con su madre a Argelia. Parece que fue nada más llegar cuando aconteció la entrada formal de ambas en el Islam, paso insólito en la época. Al año, tras la muerte de su madre, ya publica sus primeros artículos y cuentos bajo el seudónimo de Mahmoud Esaadi. En tanto los raptos de exaltación o tristeza activan su talento literario, se da a la bebida durante sus no menos frecuentes pasajes de melancolía. Busca en las soledades del desierto consuelo para sus bruscas mudas de ánimo. Vestida de hombre, alterna en Argel mezquitas y bajos fondos, encuentros turbios con discusiones pías y eruditas sobre el Corán. Peregrina a las fuentes del éxtasis, su irrefrenable querencia hacia los predios de la espiritualidad parece haber hallado vehículo en los rituales sufíes y la contemplación arrobada de la Naturaleza tanto como en los éxtasis de la carne, considerando a cada amante un peldaño de su escala hacia los arrebatos místicos.

En 1899, a lomos de su caballo, se interna por primera vez en el Sahara, donde la oficialidad francesa recibe glacialmente a aquella rusa musulmana ataviada con ropas viriles de beduino, que ha rechazado varias propuestas de matrimonio y decide quedarse en El Oued, "la extraña ciudad de pequeñas e innumerables cúpulas redondas." Pasará dos meses acompañando a un funcionario del cadí de Al Monastir y su escolta en la tarea de recaudar impuestos y sofocar rencillas tribales, sin que nadie recele de su falsa identidad de joven turco huido de un colegio francés.

En 1900, de vuelta en El Oued tras un par de breves viajes a Francia que le permiten reencontrarse con Naddara y entrar en relación con la periodista rusa Lydia Pashkov, publicar algunos de sus relatos de viajes y sobre todo, constatar que su mundo no es ese, conoce a Sliman, suboficial de las tropas indígenas que será su gran, feliz y atormentado amor. Frecuenta a los sufíes de la cofradía Qadiri, a la que pertenece Sliman, en la que ella misma será iniciada y a muchos de cuyos miembros -gracias a los rudimentos de oftalmología aprendidos de su padre- curará de conjuntivitis, cataratas y otros padecimientos oculares típicos del desierto. Enfurecidos por su ascesis rayana en la indigencia, su gusto por el alcohol, su promiscuidad y, sobre todo, sus críticas al proselitismo religioso, los funcionarios franceses hacen correr el bulo de que es una misionera metodista y tratan de expulsarla acusándola de espionaje, lo que Isabelle logra evitar contrayendo matrimonio con Sliman y adquiriendo, así, la nacionalidad gala. También parece que su existencia errante y solitaria y su atuendo masculino indignaron a determinados medios locales. Nunca se aclaró si el intento de asesinato con sable perpetrado contra ella por un árabe enloquecido fue inducido por una visión angélica -como declaró el agresor- o urdido por las autoridades coloniales.

Isabelle, tratada en aquel juicio casi más como acusada que como denunciante, fue sin duda víctima de los recelos clásicos de los militares hacia los periodistas, incrementados desde que iniciara su colaboración con el diario anticolonialista Akhbar, cuyo propietario, Victor Barrucand, había intervenido para colocar como traductor a su esposo en el ayuntamiento de Tanas. Algunos militares, sin embargo, simpatizaron con ella. Fue el caso del general Lyautey, partidario de un proceso colonizador basado en el conocimiento de la lengua y la civilización del pueblo invadido, y no en la mera presencia de tropas, y que, tras la batalla de El Moungar, resolvió enviarla a Ain-Sefra, en la ‘tierra de nadie’ fronteriza con el reino de Marruecos, para mediar con las tribus rebeldes, lo que despertó rumores sobre su pertenencia al Deuxième Bureau. Meses después volverá, también por mandato de Lyautey, a entrevistarse con el principal dirigente espiritual local. No regresaría. Asaltada desde tiempo atrás por recurrentes crisis de malaria, sífilis y paludismo, abandonó el hospital para instalarse en la modesta casa que había adquirido para vivir allí con Sliman. El 21 de octubre de 1904, la sorprendió la riada. Lyautey rescatará de los escombros de la vivienda sus escritos manchados de fango. Tenía 27 años. Había sonado la hora de su fama póstuma.

A juicio de Errera—que ultima una novela y varios cuentos para niños ambientados en la Alejandría cosmopolita—la vida de Isabelle encarna "un mensaje para la mujer de hoy, por haber llevado adelante sus elecciones culturales y sexuales y la soledad que tales elecciones le impusieron, por haber amado profundamente, por haber tenido una vida política, porque fue abierta de mente, inteligente, sensible y una aventurera de verdadero talento."

Nunca recibió el bautismo, nunca fue cristiana, por lo que no ha lugar a calificar su adhesión al Islam de conversión propiamente dicha. ¿Puede, pues, hablarse de aquella mujer criada a la sombra de la exuberante vegetación tropical de su villa suiza y muerta en el desierto como de una precursora de la sociedad multicultural? Errera no está segura: "Desconfío de los iconos... Su relación con el Islam y la cultura árabe fue apasionada y, quizá, una vía de escape para una historia familiar demasiado penosa y pesada. Fue, esencialmente, una rebelde cuya sensibilidad quedó impresionada por la crueldad del colonialismo. Quizá el alma rusa y el alma nómada árabe se encontraron en algún lugar muy profundo dentro de ella. ¿Quién sabe?"
Sólo Alá.

martes, 16 de abril de 2013

Dead man & William Blake

Tema de Neil Young de la película "Dead man" de Jim Jarmusch en donde el director realiza una mezcla bizarra pero genial entre el poeta visionario William Blake y la tradición nativa - en clave de parodia - de los amerindios pieles rojas. A mitad del vídeo se narra un poema apocalíptico de William Blake sacado de su obra "El matrimonio del Cielo y el Infierno." Lo que está en corchete no se menciona en el vídeo.


The ancient tradition that the world will be consumed in fire at the end of six thousand years is true, as I have heard from Hell.
[For the cherub with his flaming sword is hereby commanded to leave his guard at the tree of life, and when he does], the whole creation will be consumed and appear infinite and holy whereas it now appears finite & corrupt.
This will come to pass by an improvement of sensual enjoyment.
[But first the notion that man has a body distinct from his soul is to be expunged; this I shall do, by printing in the infernal method, by corrosives, which in Hell are salutary and medicinal, melting apparent surfaces away, and displaying the infinite which was hid.]
If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite. [For man has closed himself up, till he sees all things thro' narow chinks of his cavern.]



viernes, 5 de abril de 2013

Biologización del Eros

Encuentro este texto muy interesante titulado “Ética Cristiana y Metafísica del Sexo” que no está firmado por ningún autor. En él se muestra el estrecho vínculo que une al fenómeno moderno de la “biologización del eros” con la inevitable rebelión de los khsatriyas propio de todo proceso cíclico descendente. 

Una crítica muy lúcida a la concepción moderna del erotismo que no ve en Eros, aquel genio o demon como lo llamó el divino Platón, nada más que mero placer (hedonismo) y necesidad reproductiva (instinto animal). El erotismo en realidad, desde una perspectiva metafísica y tradicional, constituye – entre varias otras cosas más – la potencia mágica que llevamos dentro de nosotros para realizar “una obra de restauración andrógina”.

* * *
"Bajo la perniciosa influencia del freudismo, somos hoy casi incapaces de contemplar la sexualidad de otra manera que como instinto generador de placer. Hablar hoy de "metafísica del sexo" parece pues, a la mayoría de nuestros contemporáneos, paradójico, es decir, absurdo, cuando no simplemente ridículo. La metafísica del sexo rechaza abordar el fenómeno sexual solo como instinto libidinógeno o como principio puramente biológico de procreación. A estas dos concepciones unifuncionales de la sexualidad, a estos dos reducciones, que más allá de su apariencia divergente, se confortan recíprocamente en favor del clima mental antitradicional propio del mundo actual, la metafísica del sexo oponen su concepción plurifuncional y totalista de la sexualidad, una concepción donde los diferentes aspectos del fenómeno sexual se organizan jerárquicamente y que culmina en el reconocimiento de su dimensión trascendente. El instinto sexual manifiesta por parte de los individuo diferenciados, la voluntad de encontrar la Unidad primordial, la síntesis totalizante de los orígenes, la coincidentia oppositorum cuyo reflejo mítico no es otro, en el caso que nos ocupa, que el famoso mito del andrógino evocado especialmente por Platón.

Una de las mayores preocupaciones de Evola fue el sistematizar, a la luz de los múltiples testimonios de las civilizaciones tradicionales, esta metafísica del sexo que ve en la unión del Hombre y de la mujer "una obra de restauración andrógina". Guenon, por su parte no aborda la cuestión más que episódicamente y, frecuentemente, para subrayar el papel del amor en la iniciación heroico-guerrera y su lazo con la naturaleza emotiva propia del Khsatriya

En el marco de la sociedad tradicional ideal, el amor sexual es vivido por cada uno como "obra de restauración andrógina", tensión hacia la Unidad primordial. Hasta en sus manifestaciones físicas, la relación amorosa es sacralizada. Esta sacralización se da a escala de la masa, lo que no impide sin embargo la existencia de una élite capaz de renovar contacto con la Unidad primordial por otras vías que la erótica: el conocimiento y la acción. La sexualidad es una apertura trascendente acordada al tipo humano no apto para realizarse interiormente según las modalidades superiores, metafísica y heroica, de realización del ser. Las consideraciones que preceden implican inmediatamente la existencia de una jerarquía de tipos humanos. Pero esta jerarquía es considerablemente flexibilizada por el hecho de que los diferentes tipos humanos que la componen tienen en común su convergencia hacia la trascendencia, la cual constituye el fundamento de la solidaridad tradicional, más allá de la desigualdad cualitativa de los tipos y de sus vías respectivas.

La tensión metafísica propia de la espiritualidad de los orígenes -y, consiguientemente, de la sociedad primitiva tal como la representa el verdadero tradicionalismo- no tarda en relajarse. Los efectos de esta relajación se observan tanto a nivel de tipo humano superior como al del hombre ordinario y de su representación del eros. Paralelamente a la distinción, tras la separación de los ideales del conocimiento y de la acción, se produce la "biologización" del mismo eros confundido con el instinto de la reproducción, es la forma procreadora de la "biologización". En la segunda fase, el eros es asimilado al instinto de gozo, a un principio de puro placer, a la Libido freudiana: es la forma hedonista de la "biologización".


Cuando se disocian, en el seno del tipo humano de élite los ideales respectivos de conocimiento y acción el primer paso de la decadencia es franqueado. La involución está en marcha desde el momento en que aparece el dualismo entre el Bhraman y el Khsatriya. La ruptura misma de la síntesis original condiciona el declive de sus dos elementos constitutivos ahora disociados. Privado del soporte de la acción, el conocimiento degenera primero en contemplación pura y luego en fe. Amputado de su fundamento intelectual, la acción se degrada primero en heroísmo guerrero y luego en "voluntad de poder". Durante un cierto tiempo subsiste, en el marco de un dualismo distintivo, el recuerdo de la fuente metafísica común a ambos ideales. Es la época donde la contemplación pura y el heroísmo guerrero coexisten pacíficamente y donde, así como demuestra el ejemplo de la Edad Media, no parece imposible, a escala restringida, la restauración de la unidad primordial del clérigo y del guerrero. Pero pronto apareció el dualismo separativo donde el recuerdo de esta unidad primordial se había perdido definitivamente, el poder temporal de los guerreros en lucha contra la autoridad espiritual de los clérigos.
Es la revuelta de los Khsatriyas que denuncia Guenon. Un voluntarismo belicoso y depredador sumerge el mundo con tanto mayor fuerza en la medida en que los mismos Bhramanes han perdido la tensión metafísica propia del ideal original del verdadero conocimiento y no oponen más energías al desencadenamiento de las pasiones más que las vulnerables barreras de la devoción y la fe.
Volveremos a la caballería guerrera y a su concepción del amor para constatar que existe una seudocontradicción análoga a la que algunos imaginan poder descubrir en la concepción caballeresca de la fe. En su pusilanidad y su estrechez de miras, los modernos tachan de hipocresía suprema el culto a la mujer que excluya la posesión física. Esta aparente paradoja no se explica más que a la luz de las condiciones propias de un cierto tipo humano ligado a un momento dado de su ciclo. Para un guerrero cabido en la degeneración voluntarista pero que no ha perdido enteramente el contacto con la trascendencia -poco importa que este contacto relativo se establezca según las modalidades ya devaluadas de la espiritualidad de la edad de plata-, para este tipo de hombre, pues, el sexo es un obstáculo a la forma de "despertar" que es capaz de alcanzar, al igual que el miedo y la potencia material, como dice una máxima tradicional oriental. Para este tipo de hombre es necesaria pues la dolorosa elección entre la dispersión donjuanesca de una parte, a la cual predispone generalmente su naturaleza física pero que convierte en problemática, incluso imposible, cualquier búsqueda de orden espiritual y, por otra parte, el culto platónico de lo femenino en sí encarnado, por las necesidades concretas del heroísmo, por una "Dama" electiva que será generadora de "despertar" en la medida misma de su alejamiento corporal. Hay lugar a insistir en el carácter desgarrador y trágico de tal opción existencial a fin de que los modernos imbuidos de psicoanálisis freudiano no vean en el platonismo del amor caballeresco la coartada de la impotencia sexual, la excusa sublimadora de la frigidez, el refugio de aquellos que hacen virtud de la necesidad.

Habida cuenta, de una parte, el carácter aleatoria de una reaparición de la metafísica tradicional del sexo en la sociedad moderna decadente y, de otra parte, la poca consideración de que son dignos, fuera de su valor de testimonio de una crisis, los fenómenos actuales como la sexualidad pandémica, la obsesión erótica y el donjuanismo desenfrenado, existe para el hombre de hoy tres maneras de pensar y de vivir el amor: el matrimonio burgués ("forma social" que ya hemos puesto de manifiesto en la precedente cita de Evola), el amor romántico y el amor caballeresco. Frecuentemente asociado a intereses económicos (la fortuna no debe "salir de la familia") o a un simple orgullo social (la supervivencia del "nombre"), la tendencia procreadora del matrimonio burgués, si no se acompaña de otra cosa se alinea sin duda en el concepto de "biologización" del eros. El amor romántico puede ser vivido en el interior del marco de la conyugalidad burguesa. Tal es la concepción cristiana que puede calificarse de romántico-burguesa y que es superior a la concepción burguesa pura y simple al igual que esta última es superior al mero pansexualismo hedonista. Pero el amor romántico puede también ser vivido fuera del contexto socio-conyugal burgués, en la medida precisa en que este no revista más que un carácter formalista. El amor caballeresco puede ser considerado como una especie de romanticismo superior cuyo carácter platónico de testimonio de una "metafísica del sexo" en Potencia. La potencialidad de reintegración espiritual del eros confiere a este tipo de amor una justificación frente a los imperativos de la pequeña moral utilitaria, social y familiar. Que esto no se convierta por tanto en una coartada susceptible de excusar cualquier relación extra-conyugal. En este terreno como en otros, hay dos maneras de superar lo que Evola llama el "burguesismo": por lo bajo y por lo alto. De un lado el amor infra-conyugal de los seductores de baja estofa y de los obsesos por el falo y la vagina. De otra el amor supra-conyugal, caballeresco o romántico, idealización platónica o el abrazo exaltador, culto lejano del eterno femenino o los encuentros cotidianos de amantes, admiración intelectual y estética o fusión palpitante de dos seres de huesos carne y sangre.

Una cierta "sociología de la sexualidad", en cabeza de la cual se encuentra Helmuth Schelsky, ha introducido en el fenómeno sexual una cuarta dimensión, la dimensión afectiva en el sentido biológico del término. A las tres funciones generalmente reconocidas por los sexólogos modernos inmunizados contra la perversión freudiana -la función hedonista, la función reproductora y la función emotiva- ha venido a añadirse la "función de selección del partener". Esta escuela sociológica insiste en el fundamento estríctamente monogámico pretendidamente inherente a cualquier sociedad tradicional. Tal contra-verdad no puede explicarse más que mediante el deseo de revalorizar el matrimonio en tanto que cimiento social. La "nueva escuela" de derecha se ha apresurado a recuperar estas ideas, probando ipso facto que su objetivo verdadero es, bajo la cobertura de un tradicionalismo reconciliado con el espíritu científico, el reajuste de una ideología burguesa duramente sacudida por el marxismo y el izquierdismo. Pues su tradicionalismo reconciliado con el espíritu científico, el reajuste de una ideología burguesa duramente sacudida por el marxismo y el izquierdismo, es de carácter sociológico y horizontal. La religión y el amor, los valores espirituales y morales, lo que un marxista llamaría la "super-estructura" es contemplada, no en la perspectiva absoluta, en su relación con el orden metafísico necesario sino en una óptica utilitaria, como consolidación virtual del orden social contingente, el de los privilegios de la fortuna y del bios."

jueves, 4 de abril de 2013

William Blake


"Me hallaba en una Imprenta en el Infierno, y vi el método por el cual el conocimiento se transmite de generación en generación.

En la cámara primera había un Dragón-Hombre que barría la basura de la boca de una caverna. Adentro, multitud de dragones ahondaban la caverna.

En la cámara segunda había una serpiente que se envolvía en torno a la roca de la caverna, y otras que la adornaban con oro, plata y piedras preciosas.

En la cámara tercera un Águila de alas y plumas de aire tornaba el interior de la caverna infinito. Había también multitud de Hombres-Águila que edificaban palacios en las rocas enormes.

En la cámara cuarta Leones de ardientes llamas caminaban furiosos y fundían los metales hasta tornarlos en fluidos vivientes.

En la cámara quinta, formas sin Nombre arrojaban al espacio los metales.

Allí eran recibidos por los Hombres que ocupaban la cámara sexta. Tomaban la forma de libros y eran dispuestos en bibliotecas"

Árabes y Escandinavos

Copio el fragmento de un interesante y bello artículo escrito por Abu Bak Lopez Guitan en donde se muestra las similitudes espirituales entre dos pueblos aparentemente muy diferentes: los árabes y los escandinavos.

Ambas religiones, la de los beduinos del desierto arábigo y la de los vikingos del hielo polar, la religión de Allah y la religión de Wottan, ambas presentan características comunes que nos hablarían de una predisposición temperamental también común entre estas dos razas distintas.             
   
* * *

"El bagdadí Ibn Fadlan, un escritor árabe que convivió con los vikingos durante una travesía que duró varios años, dice de ellos: "son guerreros y a la vez comerciantes. Poseen armas y también instrumentos". Como los mismos árabes, cada cosa según las circunstancias. Esta observación de aquel gran viajero musulmán, enciende la chispa de un fuego común, sustentado por una serie de similitudes existente entre los pueblos que acogieron el Islam en sus primeros tiempos y la religión escandinava propia de los antiguos europeos.

Ya hemos mencionado la adoración de un solo Dios -Allah, Wottan- que comparten los escandinavos y los árabes. Los mensajeros que se mencionan en las diversas sagas nórdicas son, como el Profeta de los árabes, a la vez líderes relligiosos, jefes de estado legisladores y guerreros. Ambas creencias proclaman la existencia de una vida post-mortem, de un infierno y de un paraíso. El paraíso de los musulmanes -Al Jennah- es llamado Walhala por los escandinavos. En ambos coinciden simbologías casi idénticas. Las huríes del paraíso musulmán son las walkirias del Walhala. Allí se sirven bebidas embriagadoras que no perjudican, el vino mezclado con gengibre y alcanfor de los musulmanes o la miel fermentada de los vikingos. El mercado del Paraíso es el campo de batalla del Walhala, donde los cuerpos son también reparados y resucitados para una nueva jornada, entendiendo que para los germanos el noble placer de la lucha es equiparable al placer del comercio para los musulmanes. Otros detalles similares existentes en ambos paraísos no pueden provocar sino nuestra admiración, pues difícilmente podríamos encontrar entre todas las tradiciones de la tierra, otras dos más semejantes entre sí.

Ciertas creencias ancestrales del pueblo germano profundamente incrustadas en su tradición, han tenido que subsistir en nuestros días al margen de la doctrina cristiana, reducidas al mundo de la fantasía, como pueden ser la creencia en trols y duendes, coincidentes con el abierto reconocimiento por el Islam de todo tipo de genios y ángeles, sobre quienes al igual que en los países de origen celta y escandinavo aún perdura una extensa literatura árabe. Finalmente no puede pasarnos inadvertida la veneración que sienten ambas tradiciones hacia los guerreros que defendiendo la integridad de los miembros de la comunidad de creyentes, mueren en el campo de batalla. En ambas tradiciones son considerados mártires a los que Dios preserva de las penalidades del paso a la otra existencia y a quienes reserva las más altas cotas de Su proximidad.

No disponemos de toda la información que desearíamos sobre la religión de los escandinavos, pero es indudable que su preeminente carácter guerrero no está circunscrito a algo externo o infantil, sino que por el contrario y al igual que el Islam, predica fundamentalmente el coraje necesario para vencer al ser inferior o egóico, como se deduce de una perspicaz interpretación de sus diversas leyendas cosmogónicas. Vemos en la antigüedad nórdica mitos como el de Odín colgado de un árbol y sin un ojo, como modo de acceso a una realidad superior. Se trata de una prenda que ha de ser entregada por quienes desean alcanzar las Tierras Celestes, y aventuramos la posibilidad de que se trata en concreto de la renuncia a la visión dual propia del mundo de la manifestación, imprescindible para acceder a la visión espiritual del Dios Único. Con lo anteriormente dicho podemos enlazar en su función las viejas sagas noruegas originales con escritos magistrales andalusís como el "Tratado de la Unidad" de Ibn al-Arabi de Murcia.

Así, esta alternancia de los esfuerzos humanos entre la protección de la comunidad y la consecución del dominio sobre uno mismo, coincide nítidamente con la referencia que sayidina Mohammad hace a la pequeña yihad (esfuerzo por salvagardar la integridad material de los miembros de la sociedad) y la gran yihad (esfuerzo interior contra las pulsiones inferiores o como la denominan algunos sufíes, la lucha contra nuestro propio ego).

Ciertamente nada sería en apariencia más distinto que un vikingo de un beduino, pero como método de enseñanza sutil, los extremos se tocan. La soledad y la inclemencia propias del terrible desierto arábigo sólo son equiparables a los desiertos de hielo polar, las implacables tormentas de arena, con las avalanchas de agua y granizo. Ambos pueblos son en el buen sentido de la palabra pueblos nómadas, es decir pueblos amantes de la libertad, conscientes de la condición de tránsito de la existencia humana y del regalo efímero de esta vida. Obligados a desplazarse por sus respectivos desiertos en pos de agua, pastos, caza o del comercio, hicieron uso de distintas monturas, camellos para atravesar mares de dunas y navíos para surcar las olas de los océanos.

En sus orígenes, ambos pueblos gustaron de la poesía y de bebidas alcohólicas fuertes para amenizar la vida social durante las largas veladas en que pernoctaban bajo la bóveda celeste. Sería mucho después que vendría para el pueblo árabe la prohibición del alcohol de la mano del último Libro revelado, como ha venido al final del siglo pasado para los escandinavos, de la mano disuasoria de sus propias autoridades civiles.

Ambos pueblos veneraron a sus poetas y bardos, porque para ellos la palabra hablada encerraba un misterioso poder de evocación. Cantaban la belleza de los signos de Dios en la naturaleza y especialmente la de sus mujeres, ante las que sucumbían con sinceridad y desprendimiento. Se ensalzaba también el vigor y la valentía de los guerreros, a quienes el canto y la danza unía en una feliz comunión. Miraban mucho a las estrellas por las que se guiaban, pues a menudo tenían que viajar de noche.

El beduino y el escandinavo comparten como hemos dicho antes la veneración por la palabra, y cuando ésta adopta forma escrita, se la dota de connoctaciones esotéricas y poderes premonitorios. En árabe existe un sistema de desciframiento del significado oculto de las palabras por medio de un sistema de números y letras (uno de ellos es el sitema Abyad, especialmente desarrollado por la tariqa naqshbandiyah). Las runas, es más conocido, son de por si profundos arcanos capaces de desplegarse en busqueda de mensajes ocultos. Por ello, la caligrafía del alifato y de las runas representa en ambas tradiciones una ciencia sagrada reservada a individuos seleccionados y una oportunidad a la par que una obligación de manifestar la belleza y la creatividad divina, modulando como si de la propia voz esculpida se tratase la expresividad del sonido, en la roca o en el pergamino.

Ambos pueblos ensalzaron y promocionaron los valores viriles, único baluarte de supervivencia frente al riesgo cierto de degradación presente en toda comunidad humana. El hombre y la mujer realizaban actividades perfectamente diferenciadas. La mujer germánica como es habitual en las civilizaciones tradicionales ocupaba una relevante función al frente del gobierno de la casa y la educación de los hijos. Con una sorprendente similitud con la sharia o ley islámica, los niños permanecían bajo la custodia materna hasta la edad de ocho años. A patir de ese momento, el menor acompañaba a su padre en las expediciones comerciales o quedaba bajo la custodia de un mentor o un anciano. Imitando a los hombres de la tribu, el joven aprendía a defenderse a si mismo adquieriendo los principios éticos de una incipiente caballería espiritual, ejercitándose en el uso de arco y de la espada, del modo en que lo hacían los sahaba, los compañeros del Profeta. La espada vikinga, como la espada árabe, será objeto de veneración por ambos pueblos, que le dan nombres y le atribuyen cualidades casi humanas y portentosas.

Para finalizar con las constantes similitudes entre estas dos tradiciones, ambas comparten el gusto por lo geométrico en una decoración con la que envuelven todos los objetos de uso cotidiano y en cuanto a la vestimenta, la barba profética, las ropas anchas y los abrigos con capucha entre los hombres, y el velo entre las mujeres.

Tal como pretendemos haber podido demostrar, las similitudes entre el pueblo escandinavo y el pueblo árabe en su espiritu original y entre sus respectivas tradiciones reveladas muestran una identidad casi sospechosa. Nuestros arrianos reyes godos mantuvieron durante centenares de años y sin solución de continuidad la fe en un Dios Único, primero como pueblo germánico y después como cristianos arrianos que emparentaban con la fe de Abraham. Polígamos, guerreros, unitarios vehementes, pasarían muchos años antes de dar los primeros signos de decaimiento, cuando estos hombres que tan sólo temían que el Cielo cayera sobre su cabeza empezaron a ser dominados por las autoridades eclesiásticas romanas. Gentes de sinceridad, dificilmente habrían podido sustraerse a la resplandeciente luz de la revelación muhammadiana, y como era previsible no lo hicieron, siendo de los que en cuanto la conocieron, abrazaron voluntariamente el Islam y la sunna. Enfrentados en una última guerra civil, aquellos antiguos arrianos se batieron con quienes pretendían instaurar las nuevas creencias trinitarias, y con el resultado de su victoria, enarbolaron por primera vez desde Tanger hasta Toulouse, el estandarte de sayidina Mohammad, el Sello de la Profecía".