Su rebeldía y crítica a la sociedad burguesa y pudiente es absolutamente comprensible pero absolutamente mal canalizada. Sin embargo, fue consecuente con su decisión de llevar una vida tanática de autodestrucción hasta el final de sus días y eso hace que sus palabras adquieran una cierta y peculiar resonancia.
En la indigencia del loco o demente, por lo mismo que entraña una austeridad radical semejante a las prácticas del ascetismo más riguroso, puede percibirse como el reflejo inverso de la "pobreza espiritual" que practican sus opuestos los santos liberados, más aún si es que ésta viene acompañada de talento individual (más no genio) y sensibilidad.
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