jueves, 10 de mayo de 2012

Heyokas


Archie Fire Lame Deer, un autentico sioux hijo y nieto de hombres medicina, hace un resumen en su libro “El Don del Poder” sobre la verdadera naturaleza de los heyokas, los hombres “contrarios” que son tildados de payasos sagrados y que hacen todo al revés. En este libro, en colaboración con Richard Erdoes, nos narra los principales episodios de su vida que lo llevaron por tortuosos caminos y que lo convirtieron en hombre medicina. 

Vivió una juventud azarosa dominada por la violencia y el alcohol, alternando las cárceles con trabajos en ranchos, en películas de Hollywood, o la participación en la guerra de Corea como paracaidista del ejército norteamericano. Trabajó también como payaso de rodeo, cazador de serpientes cascabel, acróbata de circo e infinidad de cosas más. Luego de todo ese vagabundeo y experimentación, necesario para un verdadero hombre medicina según las propias palabras de su padre: "Hijo, un hombre medicina debe experimentarlo todo, debe arrastrarse tan bajo como un gusano y remontarse como un águila", llega un momento en que toca fondo y comienza su conversión interna. 

En la actualidad realiza conferencias sobre las tradiciones nativas de los "pieles rojas" y lleva a cabo ceremonias sagradas como la Danza del Sol o el inipi, la "cabaña de sudor". Ahora lo que tiene que decirnos sobre los misteriosos heyokas, quienes dicho sea de paso tienen su equivalente en todas las tradiciones sagradas. 

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El heyoka es al mismo tiempo menos y mas que un hombre medicina. Es el “contrario”, el que hace todo al revés. La gente teme al heyoka, e incluso él se teme un poco a sí mismo; y teme sus extraños poderes. Es llanto y risa todo en uno, sagrado y ridículo al mismo tiempo. Un heyoka es el que sueña con el trueno. En el momento en que sueñas con el trueno, el rayo o las Wakinyan, las aves del Trueno, te conviertes en heyoka, lo quieras o no. Te conviertes en un payaso sagrado, en una criatura que tiene frío cuando hace calor y a la inversa, que avanza de espaldas, que lo hace todo al revés. Hace reir a la gente, claro, porque un hombre que lo hace todo al revés resulta cómico. Pero ser heyoka no es una broma. El heyoka posee poderes enormes y extraños, puede convertir, por ejemplo, una tormenta de nieve en un día claro; y una brisa estival, en una granizada. Puede separar las nubes para dejar que brille el sol, y pueden proteger a la gente de los rayos. Así que es respetado y temido, porque podría tener un lado malo, o más bien un lado bueno-malo. Con él pasa como con el rayo, que nunca está seguro de lo que puede hacer.

En el sueño de un heyoka suele haber algo embarazoso (algo que el no quiere que los demás sepan). Tendrá que representarlo en público. Si en su sueño se ve con ropa de mujer o con ropas míseras y andrajosas, tendrá que ponérselas. Él preferiría no hacerlo, claro. Pero no puede negarse. Sabe que si no representa su sueño podría morir.
Un heyoka es un bufón sagrado, un payaso cuyo labor consiste en hacer reir a la gente. La vida entraña mucha tristeza y llanto, especialmente para los indios, así que Wakinyan envía a un hombre un sueño para que haya risa entre las lágrimas.
Mi padre fue heyoka. Años después, se hizo wapiya, hechicero y mago, y después, pejuta wichasha y curaba con hierbas. Más tarde aún se hizo waaytan, el que ve el futuro e interpreta los sueños. Luego fue hombre yuwipi, el que utiliza piedras y escucha a los espíritus, envuelto y atado a una manta estrellada. Tuvo que pasar por todo eso para convertirse, finalmente, en wichasha wakan, un hombre santo. Pero primero fue heyoka. Representó durante cuatro años su sueño como payaso de rodeo.
En el sueño de mi padre hubo también un elemento winkte, una visión de hermafrodita y de travestido. Aunque él no tenía el menor rasgo de winkte. Pero se vio obligado a hacer de payaso con el nombre de Alice Jitterbug, y a ponerse una peluca pelirroja, medias de seda y zapatos de tacón alto. La gente se reía de sus payasadas, sin saber que actuaba así obedeciendo su visión del trueno.
Takoja (nieto), espero que nunca seas heyoka, porque es una vida dura – me decía siempre mi abuelo -. Tienen el poder, pero sufren por ello.

Pues bien, yo nunca he sido contrario, pero como ha habido tantos en mi familia, he hecho muchas cosas heyokas. La naturaleza bufonesca d mis antepasados es fuerte en mi interior, así que era lógico que trabajara de vez en cuando para el Circo y la Feria Ambulante Siebrand. Aquel era un negocio heyoka, desde luego, y ahí trabajaba con la Mujer Gorda, la Mujer Barbuda, el Gigante y el Enano.   
       
Solo hay heyokas en Dakota del Norte y Dakota del Sur; pero casi todas las tribus indias tienen sus propios payasos sagrados y bromistas. Los indios pueblos del Suroeste los llaman koyemshi, “cabezas de barro” o hosahre. Hacen sus bufonadas en medio de las solemnes danzas de kashina enmascarados, porque también allí el payaso es sagrado. Algunos interpretan representaciones muy eróticas y divertidas que hacen fruncir el ceño a los misioneros. Los misioneros no saben que estas bufonadas tienen un sentido religioso, que se relacionan con la renovación de toda la vida.


Y luego están los embaucadores: Coyote; Veeho de los Cheyenes; y nuestro propio Iktomi, el sabiohondo Hombre Araña, que es poderoso e impotente, sabio y necio, triste y alegre, bueno y malo, todo al mismo tiempo. Están también los espíritus burlones, diablillos sobrenaturales que nos enseñan a ser humildes. Cierras las puertas del coche y luego descubres que te has dejado las llaves adentro. Tienes que ir al cuarto de baño, pero algún hijoputa ha dejado la tapa bajada y en tu apresuramiento lo haces en la tapa. “Válgame Dios, ¿pero qué he hecho?”, exclamas. Y alguien se ríe. Dentro de ti se ríe alguien. Eso es bueno. Es mejor reírse con los espíritus que no que se rían ellos de ti mientras tú haces pucheros.    

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