Es una "raciología" psicologista y no biologista que busca demostrar cómo los cuerpos y rasgos raciales constituyen la expresión material de una realidad psíquica/espiritual. Sus investigaciones se centran en las expresiones del rostro y del cuerpo, aquello que es propiamente humano, dejando de lado las comparaciones demasiado elementales entre el hombre y el resto de animales.
Estudiará principalmente dos razas: el componente étnico germánico-escandinavo del pueblo alemán y el componente étnico de las razas árabes-beduinas. Con los primeros resaltará la influencia psicológica de los bosques europeos en la formación del carácter y con los segundos la mística del desierto. Clauss, influenciado por el geógrafo Ewald Banse, creerá fuertemente en el impacto que tiene el paisaje y la ecología en la psicología humana.
Terminó convirtiéndose al Islam, lo cual le permitió conocer en profundidad la mentalidad del beduino y los fundamentos psicológico del Islam, la religión universal del desierto.
Clauss será el ejemplo académico de que en efecto se puede desarrollar una raciología positiva sin caer en el racismo negativo y degenerativo moderno. Como muy bien lo dice el autor al final del artículo, debemos superar la moda imperante de la reductio at Hitlerum que se ha convertido en una manía embrutecedora cuando se aborda el tema tabú de las razas humanas.
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Introducción a la obra de Ludwig Ferdinand Clauss
(1892-1974)
Por Robert Steuckers
Nacido el 8 de febrero de 1892
en Offenburg, en la región de Taunus, el antropólogo Ludwig Ferdinand Clauss se
convirtió en uno de los raciólogos e islamistas más reputados durante el
período entre las dos guerras mundiales, destacando en su obra una aproximación
espiritual y un análisis de las distintas componentes raciales de la población
europea, por una parte, y un estudio en profundidad de la psicología beduina,
después de vivir durante un largo período de tiempo en el seno de distintas
tribus de Transjordania. La originalidad de su método de investigación
raciológica consistió en la renuncia a los zoologismos de las teorías raciales
convencionales, nacidas de la herencia del darwinismo, en las que al hombre se
las considera un simple animal más evolucionado que el resto. Clauss renunció a
las comparaciones demasiado elementales entre el hombre y el resto de animales
y focalizó sus investigaciones en las expresiones del rostro y del cuerpo, que
son específicamente humanas, sin olvidar su alma y carácter.
Clauss explotaba así los
diferentes resortes de la fenomenología para elaborar una raciología
psicologista (o una "psico-raciología") que conlleva la comprensión
del otro lejos de toda xenofobia. Desde esta óptica, admitirá la diferencia,
insuperable e inimitable, del Otro, aceptando la pluralidad de los caracteres
humanos, la variedad de formas de ser-hombre, y rechazando toda lógica de
homologación y de centralización restrictiva.
Ludwig Ferdinand Clauss fue
discípulo de gran filósofo y fenomenólogo Edmund Husserl. Estuvo también
influido por Ewald Banse (1883-1953), un geógrafo que estudió antes que Clauss
el impacto del paisaje en la psicología, de la ecología sobre la mente. Estas
teorías casaban mal con aquellas otras de carácter biologista propias del
nacional-socialismo. Los adversarios de Clauss consideraban que éste
rehabilitaba con sus teorías el dualismo cuerpo/alma, tan caro a las doctrinas
religiosas cristianas y, en consecuencia, contrarias a las darwinistas stricto sensu. Clauss consideraba que la dimensión
psíquica y espiritual del hombre pertenecen a un nivel diferente de aquellas
otras características de índole somático y biológico. Clauss, efectivamente,
demostró que los cuerpos, los rasgos raciales, eran la expresión material de
una realidad espiritual/psíquica. En última instancia, tanto el espíritu (Geist) como el alma (Seele)
son primordiales en la forma del cuerpo. Después de las teorías
postfenomenológicas de Clauss, una raza que nos es extraña, diferente, deberá,
pues, ser evaluada, no con relación a superioridad corpórea alguna, de unos
rasgos raciales somáticos, sino por su interioridad psíquica. El antropólogo
deberá, en consecuencia, vivir en el entorno natural de la raza que estudia.
Razón por la cual Clauss, influido por los acontecimientos en Alemania,
comienza por estudiar la componente nórdica de la población alemana en su
propio biotopo, constatando que esta componente étnica germano-escandinava es
la de una "raza que tiende a la acción", según sus propias palabras,
expresándose a través de impulsos fríos y una preocupación por los resultados
tangibles. El medio geográfico originario de la raza nórdica es el bosque que
cubría la Europa central en la antigüedad.
El Gran Bosque ha marcado a
los europeos de origen nórdico como el desierto ha influido decisivamente a
árabes y a beduinos. La traza literaria más significa que corrobora esta
nostalgia por el bosque primordial entre los germanos se encuentra en el primer
libro que evoca el relato del Evangelio en lengua germánica, editado bajo los
auspicios de Luis el Piadoso. Dicha obra, titulada Heliand(El Salvador), cuenta,
de manera épica a los germanos de la antigüedad tardía y de la alta Edad Media,
los episodios de la vida de Jesucristo, quien no tiene los rasgos de un profeta
del Oriente próximo, sino los de un sabio errante dotado de características
guerreras y de un carisma luminoso, capaz de arrastrar a una falange de
vigorosos discípulos. Para traducir los pasajes relativos al retiro que
Jesucristo llevó a cabo durante cuarenta días en el desierto, el traductor
medieval no habla de desierto ni utiliza vocablo germánico alguno que designe
una vasta extensión de arena y rocas, desolada e infértil, sin vegetación ni
sobras. Escribió sinweldi, que significa
"bosque sin fin", espeso e impenetrable, henchido de una gran
variedad de esencias y abrigo de innumerables formas de vida. Así, para
meditar, para reencontrarse en la soledad, frente a Dios, frente a la
virginidad no condicionada de los elementos, el germano se dirige no al desierto
que, por otra parte, no conoce, sino al gran bosque primordial. El bosque es
protector y salir de él equivale a volver a un "espacio no protegido"
(véase la leyenda del noble sajón Robín de los Bosques y la fascinación que aún
hoy continúa ejerciendo en el imaginario de niños y adolescentes). La idea de
bosque protector es fundamentalmente diferente de la de desierto que abre las
puertas de lo Absoluto: implica una visión del mundo más plural, que abraza una
mayor multiplicidad de formas de vida vegetal y animal, que además están
interrelacionadas en todo orgánico, globalizador y protector.
El homo europeus o germanicus no
ha tenido tiempo de forjar y codificar una espiritualidad completa y absoluta
del bosque y, en la actualidad, que no conoce el desierto interior, al
contrario que beduinos y árabes, carece de bosques a través de los cuales
entrar en contacto con lo Incondicionado. De hecho, cuando Ernst Jünger habla
del "recurso al bosque", de adoptar la figura delWaldgänger, en realidad está formulado una
abstracción, una hermosa abstracción, pero no más allá de una abstracción en la
medida en que el bosque ya no existe salvo en forma de atávicos y vagos
recuerdos. Los descendientes de los hombres de los bosques han inventado la
técnica, la mecánica (Clauss la llama Mechanei),
que pretende ser un ersatz, un sucedáneo de la
naturaleza, un paliativo con el que se pretende resolver todos los problemas
que la vida plantea, pero que, al final, no deja de ser una construcción en
lugar de una germinación dotada de memoria interior (código genético). Sus
ancestros, los cruzados, se habían doblegado ante el desierto y ante su poder
implacable. Las psicologías humanas no son intercambiables de manera
arbitraria: un hombre del bosque no se convierte en un hombre del desierto y
viceversa, a pesar de las migraciones sobre la superficie del planeta.
Clauss aplicó de manera
concreta (y personal) su método psico-raciológico entre los beduinos que viven
en el desierto del Neguev, convirtiéndose al Islam y adoptando su modo de vida.
De esta experiencia extrajo una visión interior del mundo árabe y una
comprensión directa de los fundamentos psicológicos del Islam, fundamentos que
revelan el origen desértico de esta religión universal.
Tras el derrumbe del III
Reich, Clauss editó varias novelas cuyo telón de fondo será el desierto y el
mundo árabe, puso sus trabajos al día y publicó un estudio muy profundo sobre
el Islam, convirtiéndose así en uno de los escasos alemanes en conocer
acabadamente dicho universo. La mística árabe-beduina del desierto desemboca en
una adoración por lo Incondicionado, en una sumisión del creyente por lo
Incondicionado. Para el beduino (esto es, para el árabe más auténtico), el
ideal de perfección consiste en liberarse de los "condicionantes" que
le apartan de su relación con lo Absoluto. El hombre perfecto es aquel que se
muestra capaz de superar sus pasiones, sus emociones, sus intereses. El
elemento fundamental de lo que es divino, desde esta perspectiva, es el istignâ, la ausencia total de necesidades. Pues
Dios, que es lo Incondicionado, no tiene necesidades, ni debe nada a nadie.
Únicamente los seres humanos son deudores: son los responsables de encauzar sus
vidas, recibidas de Dios, de forma que plazcan a Dios. Esta tarea de
conformación vital constante se dirige contra la incompetencia, el descuido, la
negligencia, pecados a través de los cuales el hombre sucumbe, al perder su
humildad y la conciencia de su indigencia ontológica. Es contra los que quieren
persistir en el error contra los que el Islam llama a la Jihad. El creyente quiere someterse al orden inmutable
y generoso que Dios ha creado para el hombre y debe luchar contra las
artificiosidades de los "asociadores", quienes arbitran argumentos
que van contra el sentido de su interés y priman las pasiones mal dominadas. El
dominio de los "asociadores" conduce al caos y a la decadencia.
Reflexiones importantes en el momento en que la diáspora musulmana es forzada
interior y exteriormente por toda suerte de manipuladores ideológicos y
mediáticos. Clauss estaba fascinado por esta exigencia ética, incompatible con
las modas funcionales de la poliquitería europea convencional. Y esto es
precisamente lo que no se le perdonó.
Ludwig Ferdinand Clauss murió
el 13 de enero de 1974 en Huppert, en la región de Taunus. Considerado por los
musulmanes como uno de los suyos, y por los europeos conscientes como el
intelectual que mejor ha comprendido el carácter étnico europeo, por los judíos
como un "hombre justo" —quien además ha llegado a ser homenajeado en
Israel—, recientemente ha sido vilipendiado por los periodistas de la claque
antifascista de París, entre los que hay que destacar a René Schérer, quien
habitualmente utiliza como pseudónimo "René Monzat". Para este
Schérer-Monzat, el raciólogo Clauss no habría sido otra cosa que un fanático
nazi, en la medida en que sus preocupaciones de orden raciológico no serían
sino una deriva de aquella ideología vencida en 1945. Schérer-Monzat se nos
muestra así, de esta manera, como una de las más patéticas víctimas del
maniqueísmo y la incultura contemporáneas, donde la moda de la reductio ad Hitlerum se ha convertido en una
manía embrutecedora. Al contrario de lo que piensan y escriben los
intelectualillos antifascistas, Clauss es la quintaesencia del respeto por el
Otro, respeto que se concreta en no expulsar al Otro de su contexto primordial
sino de fusionarse con él en su medio original. Provocar extrañas mezclas,
entregarse al desorden, pretender experimentar con uniones imposibles, no es
prueba de respeto por las culturas que nos son ajenas.
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