domingo, 31 de julio de 2011

La patología del esteticismo

Párrafos extraídos de la obra "La verdadera filosofía del arte cristiano y oriental" del historiador de arte Ananda Coomaraswamy. En ellos el autor nos muestra las diferencias sustanciales entre lo que es un gusto sentimental sujeto a simpatías o antipatías individuales y lo que es la belleza cognitiva que depende del modo correcto de hacer las cosas, de la adecuación, el orden y la armonía entre las partes:

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"Éstas no son opiniones personales, sino sólo las deducciones lógicas de toda una vida dedicada al manejo de obras de arte, a la observación de hombres a la obra, y al estudio de la filosofía universal del arte, filosofía de la que nuestra «estética» es sólo una aberración provinciana y transitoria. Es incumbencia del hombre de museo mantener, con Platón, que «no podemos dar el nombre de arte a nada que sea irracional»".

"El artista no es un tipo especial de hombre, sino que todo hombre que no es un artista en algún campo, todo hombre sin una vocación, es un haragán. El tipo de artista que un hombre debe ser —carpintero, pintor, hombre de leyes, agricultor, o sacerdote— está determinado por su propia naturaleza, en otras palabras, por su nacimiento. El único hombre que tiene derecho a abstenerse de toda actividad constructiva es el monje, que también ha renunciado a todos esos usos que dependen de las cosas que se pueden hacer y que ya no es un miembro de la sociedad. Ningún hombre que no es un artista tiene derecho a un estatuto social".


"Las posesiones son una necesidad en la medida en que podemos usarlas; es enteramente legítimo tener gozo en lo que usamos, pero es igualmente desordenado tener gozo en lo que no podemos usar o usar aquello en lo que no se puede tener gozo. Todas las posesiones que no son al mismo tiempo bellas y útiles son una afrenta a la dignidad humana. La nuestra es tal vez la primera sociedad que encuentra natural que algunas cosas sean bellas y otras útiles. Ser voluntariamente pobre es haber rechazado lo que no podemos admirar y usar al mismo tiempo; esta definición puede aplicarse igualmente al caso del millonario y al del monje".

"Lo que Platón entiende por «fiel» es «iconográficamente correcto». Porque todas las artes, sin excepción, son representaciones o semejanzas de un modelo; pero esto no quiere decir que lo sean en el sentido de decirnos qué aspecto tiene el modelo, lo cual sería imposible viendo que las formas del arte tradicional son típicamente imitativas de cosas invisibles, que no tienen apariencia, sino que son analogías tan adecuadas que son capaces de hacernos recordar, es decir, de traer de nuevo a nuestra mente, sus arquetipos. Las obras de arte son recordatorios; en otras palabras, soportes de contemplación"

"Donde nosotros vemos el «genio» como una «personalidad» peculiarmente desarrollada que hay que explotar, la filosofía tradicional ve el Espíritu inmanente, aparte del cual la personalidad individual es relativamente nada".

"Ningún hombre, considerado en tanto que tal, puede ser un genio: pero todos los hombres tienen un genio, al que pueden servir o desobedecer a su propio riesgo. No puede haber ninguna propiedad de las ideas, pues éstas son dones del Espíritu, y no deben confundirse con los talentos: las ideas nunca se hacen, sólo pueden ser «descubiertas» y acogidas".


"Podemos imaginar lo que Platón, que expresaba una filosofía del arte que no es «suya propia», sino intrínseca a la Philosophia Perennis, habría pensado de nuestras interpretaciones estéticas y de nuestra aseveración de que el fin último del arte es simplemente complacer. Pues, como él dice, «el ornamento, la pintura, y la música que se hacen sólo para dar placer» son sólo «juguetes». En otras palabras, el «amante del arte» es un «play boy». Se admite que una mayoría de hombres juzgan las obras de arte por el placer que proporcionan; pero antes de descender a un nivel tal, Sócrates dice no, «ni aunque todos los bueyes y caballos y animales del mundo, por su persecución del placer, proclamen que tal es el criterio». El tipo de música que él aprueba no es una música multifaria y cambiante sino una música canónica;  no el sonido de instrumentos «poli-armónicos», sino la simple música (B8`J0H) de la lira acompañada por el canto «deliberadamente diseñado para producir en el alma esa sinfonía de la que hemos estado hablando»; no la música de Marsyas el Sátiro, sino la música de Apolo".


“El sí mismo anímico o sentimental se regocija en las superficies estéticas de las cosas naturales o artificiales, que le son afines; el sí mismo intelectual o espiritual se regocija en el orden de estas cosas, y se alimenta por lo que en ellas le es afín. El espíritu es una entidad descontenta mucho más que una entidad sensitiva; lo que el espíritu saborea, no son las cualidades físicas de las cosas, sino lo que se llama su olor o su sabor, por ejemplo «la pintura que no está en los colores», o «la música que no se escucha», es decir, no una figura sensible sino una forma inteligible. El «contento del corazón» de Platón es lo mismo que esa «beatitud intelectual» que la retórica india ve en la «saboreación del sabor» de una obra de arte, una experiencia inmediata, y congenérica de la saboreación de Dios”.

"Tendremos que comenzar descartando totalmente el término estética. Pues estas artes no se produjeron para la delectación de los sentidos. El original griego de esta palabra moderna no significa nada más que sensación o reacción ante los estímulos externos; la sensibilidad que implica la palabra aisthesis está presente en las plantas, en los animales y en el hombre; es lo que el biólogo llama «irritabilidad». Estas sensaciones, que son las pasiones o emociones del psicólogo, son las fuerzas inductoras del instinto. Platón nos pide que nos levantemos virilmente contra los impulsos del placer y del dolor. Pues éstos, como implica la palabra pasión, son experiencias agradables o desagradables a las que estamos sujetos; no son actos nuestros, sino cosas que nos hacen a nosotros; sólo el juicio y la apreciación del arte es una actividad. La experiencia estética es la de la piel que se ama tocar, o la del fruto que se ama saborear. La «contemplación estética desinteresada» es una contradicción en los términos y un puro sinsentido. El arte es una virtud intelectual, no física; la belleza es afín al conocimiento y a la bondad, de los que constituye, precisamente, el aspecto atractivo; y puesto que una obra nos atrae por su belleza, su belleza es evidentemente un medio hacia un fin, y no en sí misma el fin del arte; el propósito del arte es siempre de comunicación efectiva. Así pues, el hombre de acción no se contentará con sustituir un juicio de comprensión por el conocimiento de lo que le agrada; no se limitará a gozar de lo que debe usar (a aquellos que se limitan a gozar les llamamos acertadamente «estetas»); lo que le interesará no serán las superficies estéticas de las obras de arte, sino la recta razón o la recta lógica de la composición. Ahora bien, la composición de obras de arte como las que exponemos no se debe a razones estéticas, sino a razones expresivas. El juicio fundamental concierne al grado en que el artista ha conseguido dar clara expresión al tema de su obra. Para responder a la pregunta de si la cosa se ha dicho bien, será evidentemente necesario que sepamos qué es lo que tenía que decirse. Por esta razón, al examinar una obra de arte siempre debemos comenzar por su tema".

"Platón estaba lejos de admirar «el milagro griego» en arte; elogiaba el arte canónico de Egipto, en el que «estos modos (de representación) que son correctos por naturaleza se habían considerado siempre sagrados». Este punto de vista es idéntico al de los filósofos escolásticos, para quienes «el arte tiene unos fines fijados y unos medios de operación verificados». Nuevos cantos, sí; pero nunca nuevos tipos de música, porque éstos pueden destruir toda nuestra civilización. Son los impulsos irracionales los que ansían la innovación. Nuestra cultura sentimental o estética —sentimental, estético y materialista son virtualmente sinónimos— prefiere la expresión instintiva a la belleza formal del arte racional. Pero Platón no podría haber visto ninguna diferencia entre el matemático conmovido por una «bella ecuación» y el artista conmovido por su visión formal. Porque él pedía que nos levantáramos como hombres contra nuestras reacciones instintivas ante lo que es agradable o desagradable, y que admirásemos en las obras de arte, no sus superficies estéticas, sino la lógica o la recta razón de su composición".

"«Cuanto mayor es la ignorancia de los tiempos modernos, tanto más profunda se hace la oscuridad de la Edad Media». La Edad Media y el oriente son misteriosos para nosotros debido sólo a que no sabemos qué pensar, a excepción de lo que nos agrada pensar. Como humanistas e individualistas, nos halaga pensar que el arte es una expresión de sensaciones y de sentimientos, de preferencia y de libre elección personales, sin compromiso alguno con las ciencias matemáticas y cosmológicas".

«La patología estética es una excrecencia en el genuino interés por el arte que parece ser exclusivo de los pueblos civilizados»

"El hombre integral es de modo natural un metafísico, y sólo más tarde un filósofo y psicólogo, un sistematizador. Su razonamiento es por analogía o, en otras palabras, por medio de un «simbolismo adecuado»"

"«Pensar por sí mismo» es siempre pensar en sí mismo; por consiguiente, lo que se llama «librepensamiento» es la expresión natural de una filosofía humanista. En ella, estamos a la merced de nuestros pensamientos y correspondientes deseos. El librepensamiento es una pasión; son los pensamientos, y no nosotros, los que son libres. Nunca insistiremos bastante en que la contemplación no es una pasión, sino un acto; y en que, si la psicología moderna ve en la «inspiración» la irrupción de un deseo instintivo y subconsciente, la filosofía ortodoxa ve en ella una elevación del ser del artista hasta niveles supraconscientes y supraindividuales. Donde el psicólogo invoca a un demonio, el metafísico invoca a un daimon: lo que para uno es la «libido», para el otro es «el Eros divino»".

"Y mientras que en la mayor parte del arte moderno no podemos dejar de reconocer un exhibicionismo en el que el artista, más que demostrar una verdad, se explota a sí mismo, y el individualismo moderno justifica francamente este autoexpresionismo, el arte medieval es característicamente anónimo y de «porte discreto», y lo que importa en él es lo que se dice, y no quien habla".

"El estudioso comprende la lógica de la composición; el ignorante sólo comprende su valor estético".

"Allí donde el artista explota su propia personalidad y deviene un exhibicionista, ese arte entra en decadencia"
"Considerar la belleza como una cosa que ha de gozarse aparte del uso es ser un naturalista, un fetichista, y un idólatra".

"La perfección, más que la belleza, era el fin en vista. No había ninguna «estética», ninguna «psicología» del arte, sino sólo una retórica, o teoría de la belleza, belleza que se consideraba como el poder atractivo de la perfección en tipo, y como dependiente de la adecuación, del orden o la armonía entre las partes (algunos dirían que esto implicaba, dependiente de ciertas relaciones matemáticas ideales entre las partes) y de la claridad o iluminación —a saber, la huella de lo que San Buenaventura llama «la luz de un arte mecánico». Nada ininteligible podría haberse considerado como bello. La fealdad era la falta de atractivo de la informalidad y el desorden".

"Así pues, lo que se ha conservado realmente en los cuentos populares y de hadas, y en el arte campesino popular no es, ciertamente, un cuerpo de fábulas meramente infantiles o de entretenimiento, ni un cuerpo de arte decorativo rústico, sino una serie de lo que son realmente doctrinas esotéricas y símbolos que no son de invención popular. Puede decirse que, cuando ha tenido lugar una decadencia intelectual en los círculos superiores, es así como se conserva, de una época a otra, este material doctrinal, proporcionando un vislumbre de luz en medio de lo que puede llamarse la noche oscura del intelecto; la memoria del pueblo hace las veces de una suerte de arca, en la que la sabiduría de una época anterior pasa el período de disolución de las culturas que tiene lugar al cierre de un ciclo".
  

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