El camino que en las escrituras tántricas se denomina como “más angosto que el filo de una navaja” es aquel del “discernimiento intelectual”. Discriminar correctamente lo bueno de lo malo, la verdad del error o la esencia de las apariencias accidentales, para así no terminar como el vulgo confundiendo “una cuerda con una serpiente”. Para esto hay que aventurarse a emitir juicios, por más que podamos equivocarnos y ser catalogados como absolutistas, radicales o necios.
Cierto es que el único Juez es Dios y que Éste emitirá su veredicto a la hora del Juicio Final, pero sus Hijos podemos aventurarnos y adelantarnos a emitirlos con la ayuda de la Gracia del Espíritu Santo que traducido en lenguaje metafísico no es más que la “intuición intelectual” o “tercer ojo” de Shiva.
Es un camino peligroso (de ahí lo del filo de una navaja) porque nuestras intuiciones pueden ser falsas (psíquicas) y conducirnos por un camino descendente e infernal: el camino del necio o loco y no el del sabio. "Si el necio persistiese en su necedad se tornaría sabio" o sino "el necio no ve el mismo árbol que ve el sabio", son algunos de los proverbios que recoge el poeta William Blake durante su travesía por el infierno y que nos muestran el vínculo entre estos dos estados.
Cierto es que el único Juez es Dios y que Éste emitirá su veredicto a la hora del Juicio Final, pero sus Hijos podemos aventurarnos y adelantarnos a emitirlos con la ayuda de la Gracia del Espíritu Santo que traducido en lenguaje metafísico no es más que la “intuición intelectual” o “tercer ojo” de Shiva.
Es un camino peligroso (de ahí lo del filo de una navaja) porque nuestras intuiciones pueden ser falsas (psíquicas) y conducirnos por un camino descendente e infernal: el camino del necio o loco y no el del sabio. "Si el necio persistiese en su necedad se tornaría sabio" o sino "el necio no ve el mismo árbol que ve el sabio", son algunos de los proverbios que recoge el poeta William Blake durante su travesía por el infierno y que nos muestran el vínculo entre estos dos estados.
Hoy en día emitir juicios - es decir moverse por la vida con certezas y afirmando qué o cómo son las cosas - es condenado de inmediato por el "pensamiento único", cual mismísimos policías del pensamiento. Este es un pensamiento relativista y débil que ha llegado al punto patético de dudar hasta de su propia duda, lo que lo desemboca nuevamente - sin que se de cuenta - en el dominio de lo absoluto.
Son los chandalas, descastados o parias de la tradición hindú que se han alzado con el poder político e intelectual y que ahora gobiernan este mundo de apariencias. “Separar el trigo de la cizaña” (Mateo 13:24-30; 36-42) nos dice el evangelio, indicándonos con parábolas la operación del discernimiento intelectual a seguir. Es la vía que conduce por la "puerta estrecha" (Mateo 40: 7-13; 7-14) y que es equiparable al “ojo de la aguja” (Mateo 19: 23-24), el "séptimo rayo" que representa el centro de la cruz tridimensional o "puerta solar" por donde salimos de las coordenadas del tiempo y el espacio.
En el terreno del pensamiento filosófico o doctrina, complemento lógico-discursivo y simbólico de todo trabajo metódico, esto se consigue evadiendo las garras del materialismo positivista, los espejismos del neo-espiritualismo “new age” de índole emotivo-sentimental y las áridas teologías religiosas meramente exotéricas. Una vez sorteado estos obstáculos intelectuales aparecerá la vía correcta de la Tradición Primordial, la que se fundamenta en una metafísica simbólica de carácter intuitiva-intelectual.
Este camino es el del equilibrista o malabarista que exigen de la persona un máximo de concentración, con la única diferencia de que está en juego no una lúdica presentación sino la vida misma. Y no la vida física, bueno sería, sino la vida metafísica, siendo los resultados de una probable “caída” la desintegración psíquica del ser que lo arrastrará por estados póstumos inhóspitos y calamitosos.
Son los chandalas, descastados o parias de la tradición hindú que se han alzado con el poder político e intelectual y que ahora gobiernan este mundo de apariencias. “Separar el trigo de la cizaña” (Mateo 13:24-30; 36-42) nos dice el evangelio, indicándonos con parábolas la operación del discernimiento intelectual a seguir. Es la vía que conduce por la "puerta estrecha" (Mateo 40: 7-13; 7-14) y que es equiparable al “ojo de la aguja” (Mateo 19: 23-24), el "séptimo rayo" que representa el centro de la cruz tridimensional o "puerta solar" por donde salimos de las coordenadas del tiempo y el espacio.
En el terreno del pensamiento filosófico o doctrina, complemento lógico-discursivo y simbólico de todo trabajo metódico, esto se consigue evadiendo las garras del materialismo positivista, los espejismos del neo-espiritualismo “new age” de índole emotivo-sentimental y las áridas teologías religiosas meramente exotéricas. Una vez sorteado estos obstáculos intelectuales aparecerá la vía correcta de la Tradición Primordial, la que se fundamenta en una metafísica simbólica de carácter intuitiva-intelectual.
Este camino es el del equilibrista o malabarista que exigen de la persona un máximo de concentración, con la única diferencia de que está en juego no una lúdica presentación sino la vida misma. Y no la vida física, bueno sería, sino la vida metafísica, siendo los resultados de una probable “caída” la desintegración psíquica del ser que lo arrastrará por estados póstumos inhóspitos y calamitosos.
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